domingo, 29 de marzo de 2020

52.- Kên (El aquietamiento, la montaña)


Arriba Kên, la motaña
Abajo Kên, la montaña

Mantenemos los pensamientos internos en calma,
renunciamos al corazón infantil

Recibimos este hexagrama cuando nuestros pensamientos están enredados con nuestras emociones o cuando la situación es tal que podemos llegar a implicarnos emocionalmente. Cuando nuestras emociones están revueltas es imposible obtener claridad mental; por lo tanto, se nos aconseja "aquietarnos".

"El aquietamiento" (mantenerse quieto) quiere decir aquietar el "pensamiento del corazón". En el I Ching, cuando se despiertan nuestras emociones, se dice que el corazón está pensando. El corazón infantil piensa en términos de lo que quiere o necesita, y de lo que le disgusta o desea evitar. También piensa en la defensa de las posiciones que haya adoptado; así es también el pensamiento egoísta de la vanidad y el orgullo. Constantemente mide la dirección y el ritmo de los acontecimientos para ver lo lejos que ha llegado en sus objetivos. El objetivo de mantenerse quieto es el de calmar esta frenética y reconcentrada actividad mental.

Si pudiésemos desapegarnos el tiempo suficiente como para ver estos pensamientos objetivamente, nos percataríamos de que surgen de los temores del yo corporal y de que algunos son conscientes y otros inconscientes. El I Ching reconoce estos pensamientos como las voces de los inferiores. Mientras dominen nuestro espacio mental, es imposible alcanzar la neutralidad y la aceptación que nos conduzca a una perspectiva correcta y razonable.

Hay muchas formas de aquietar a los inferiores. Les podemos explicar la necesidad de mantenerse quietos para que la claridad sea posible. Podemos decirles que no se confundan por la apariencia de las cosas, que el cambio es la regla de la vida. Podemos asegurarles que si pueden disciplinarse, atraeremos la ayuda del poder supremo para hacer posible lo imposible. Podemos explicarles la necesidad de su obediencia, como en El Ejército, hexagrama 7, y podemos decirles que debemos adherirnos a lo desconocido para que nos muestre el camino, como en Lo adherente, hexagrama 30. Al animarlo de tal forma, es posible que obtengamos su cooperación y que conquistemos su perseverancia. A este modo de restringir a los inferiores se le llama "restricción dulce" en La restricción, hexagra,a 60.

Para alcanzar estos resultados, es posible que sea necesario sentarse tranquilamente en estado de meditación. Muchas veces recibir este hexagrama es una llamada a meditar, por lo menos, para ponernos en contacto con las preocupaciones y los temores de los inferiores. Los inferiores necesitan que se les asegure que si confían en lo desconocido, y dejan que lo creativo trabaje a través del vehículo del tiempo, todo saldrá bien. A veces este trabajo requiere que reconozcamos nuestras pretensiones y nuestro orgullo, unos culpables que necesitan ser eliminados a través de la firme perseverancia.

Una vez que hemos alcanzado el estado de aceptación y docilidad, obtenemos la paz descrita por la imagen de La alegría, hexagrama 58, como el "lago luminoso": la superficie lisa del lago simboliza la alegría de la paz interna. En el momento que una emoción surge, una onda se crea en su superficie.

Mantenerse quieto también se refiere a la forma de meditar del I Ching, que supone ponerse en estado de vacío interno, acallando sistemáticamente las quejas de las voces de nuestros inferiores. El aquietamiento requiere sentarse en una postura relajada pero alerta para que los nervios de las espina dorsal se tranquilicen. La columna no sólo es la única ruta por la cual el cerebro transmite los mensajes al yo corporal; también es el canal por el cual el yo corporal transmite sus quejas al cerebro.

Al sentarnos en una posición sin soportes no nos apoyamos en nada; permanecemos despiertos mientras nuestro cuerpo se relaja. Cuando nuestra presión sanguínea y las energías se calman, los inferiores se aquietan como si durmieran. En este momento tiene lugar la separación del ego: la voz pretenciosa, defensiva y presumida de nuestra autoimagen/ego se separa de nuestra conciencia y así podemos oír sus pensamientos separados de nosotros. Su voz algunas veces es sutil y tentadora, otras, sutil y machacona, o exigente y furiosa. La separación del ego nos da la oportunidad de oírlo y entender sus pretensiones. Una vez que lo entendemos, podemos liberarnos de su dominio. Una vez que lo hemos oído en meditación, podemos reconocer sus insinuaciones durante nuestras actividades diarias. Reconocerlo nos ayuda a resistir sus exigencias.

Una vez que el ego se ha separado también podemos ver y oír a los inferiores. Al escuchar su preocupaciones y quejas notaremos que son como niños: al igual que ellos, se concentran en lo que quieren, se preguntan y preocupan. Las células del cuerpo, la organización de las células, tienen formas verbales y no verbales de decirnos que tienen hambre, que están cansadas o que sienten miedo. Durante nuestra actividad consciente normal pensaríamos que estos pensamientos forman parte integral de nuestra estructura; sin embargo, durante la meditación los escuchamos como separados de nuestro yo central. Al entrar en contacto con ellos durante la meditación, nos damos cuenta de que han estado bajo el control del ego; también nos damos cuenta de que somos capaces de alistarlos para trabajar hacia la meta del yo superior. De esta forma nuestro yo superior, el hombre superior, obtiene la habilidad de dirigir a los inferiores. Una vez que todo esto pasa, la personalidad retoma su orden natural.

Al escuchar las necesidades de los inferiores y poner sus temores en paz, parece que les diéramos seguridad, pacificándolos y haciendo descansar a nuestro corazón. En estado de verdadera tranquilidad descansamos en algo así como un espacio de neutralidad y aceptación total. No vemos ni escuchamos nada. Algunas veces es posible oír una voz nueva o ver seres inéditos. La voz nueva es serena, discreta: es la firme voz del sabio. Escuchamos y observamos como si se tratase de una película cuya proyección se inicia. También es posible que veamos imágenes que demuestran las lecciones de la verdad universal. Aunque podemos participar en lo que sucede, no lo controlamos.

Durante la meditación es cuando hacemos los sacrificios a los que se nos llama en distintos hesagramas como La contemplación, hexagrama 20. El sacrificio quiere decir que entregamos al poder supremo las dudad del conflicto interno y emociones como ira injustificable, el sentimiento de tener derechos, la indignación producida por las injusticias, la impaciencia con el mal y nuestra tendencia a concentrar nuestra atención en asuntos insignificantes, o que ocasiona la pregunta:"¿Por qué son las cosas así?" Sacrificamos estos sentimientos y percepciones porque obstruyen el progreso e inhiben el bienestar general. Tales sacrificios agrandan el ser espiritual.

Para el estudiante serio del I Ching, la práctica diaria de la meditación es esencial. A través de la meditación practicamos la limpieza interior que nos devuelve la pureza y la inocencia; libres de pensamientos que generan agitación y sordera interna, volvemos al estado de alerta y a la atención interna que nos posibilita relacionarnos con los demás de una forma creativa. Liberarnos de las preocupaciones preponderantes de los inferiores tiene el efecto de limpiar nuestra casa interna. Así como nuestra casa interna se ensucia viviendo en ella, nuestro espacio mental llega a atestarse con preocupaciones ajenas e innecesarias que pueden consistir en sistemas de creencias, preocupaciones, fantasías e ideas que hacen que la paz interior y la armonía resultes imposibles de adquirir. La limpieza interna implica que dejamos irse, que soltamos al mundo, sus preocupaciones y todos los sistemas de creencias. Nos despojamos de la ira pasada, de la hostilidad y de todas las injusticias que la gente ha cometido contra nosotros; descartamos todas las filosofías de negación y los pequeños placeres y disgustos. Al limpiar nuestro ting (ver El caldero, hexagrama 50), nos liberamos del enorme peso que acarrea semejante tormento mental.

Si al intentar meditar buscamos obtener la paz interna sin haber conseguido la limpieza interna, la claridad y la comunicación con el sabio no serán posibles. [Evitar] este paso es "forzar la meditación", como nos advierte la línea tercera. Practicar la limpieza interna es la autorenovación diaria que posibilita al hombre superior mantener el máximo de su poder (ver El poder domesticador de los grande, hexagrama 26).

A través de la meditación el sabio nos deja entrever nuestro ego como un sistema organizado de defensa que, al abdicar del mando de nuestra personalidad, ha dejado que nuestros inferiores construyan una defensa frente a lo desconocido. Podemos ver, uno a la vez, los temores que dan vida y poder al ego: vemos nuestros miedos en disfraces diabólicos que les permiten aterrorizarnos. El desenmascarar tales miedos en la meditación es como coger al mago de Oz en el acto de manipular sus máquinas aterrorizadoras por detrás de la cortina; nunca más podrán ejercer poder sobre nosotros. 

Puesto que esta clase de meditación parece indispensable para el estudio serio del I Ching, no es sorprendente que Confucio dijese: "El estudio sin meditación es un trabajo perdido; la meditación sin estudio es arriesgada".


Las líneas mutantes propuestas son: 
- la cuarta (yin mutante) y el texto dice: "Mantener quieto el tronco". La presencia del miedo, la duda o el deseo causan agitación. El deseo es una forma de miedo que nos lleva a creer que no vamos a alcanzar nuestro objetivo. Casi nunca deseamos lo que estamos seguros de tener, y a menudo deseamos lo que pensamos que no podemos tener. Así, el deseo contiene a la duda y a la envidia. Al abandonar estos sentimientos negativos, damos descanso al corazón y llegamos a un nivel más alto de tranquilidad.

- la sexta (yang mutante) y el texto dice: "Mantenerse quieto de forma magnánima". El aquietamiento magnánimo tiene lugar a pesar de los ataques de los inferiores que se detienen a preguntar por qué les damos la espalda y nos mantenemos tranquilos. Tal perseverancia lleva al desapego y a la paz de la mente.

Estas mutaciones nos conducirían al hexagrama 62, " La preponderancia de lo pequeño"





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