martes, 30 de noviembre de 2010

Ritual: sentido y cambios según el monje Roland Yuno Rech

 
(Lo hemos hablado tantas veces y nos ha desesperado otras tantas -y muchas más nos ha hecho reír y hacer chistes- eso de los cambios, eso de que 'ahora ya no es así lo que de toda la vida ha sido así y estábamos tan cómodos y por qué tiene que cambiar ahora que ya sabíamos hacerlo como dios manda' que, cuando lo encontré por ahí, "fisgando"  y lo leí despacito, pensé que a lo mejor podía servirle a alguien más que a mí sola)

La razón de ser de este teisho, es una conversación escuchada esta mañana después de la guen mai, por la que me he dado cuenta de que algunos de vosotros estáis molestos por los cambios que se han dado en nuestro ritual. A algunos, esto les va a producir dudas en su mente con respecto al sentido de su práctica y su participación. Lo que me ha parecido lo suficientemente importante como para hablar de ello inmediatamente.

Voy a hablar a varios niveles: por una parte de la importancia o la necesidad de las ceremonias, del recitado e incluso del estudio de los sutras. Y por otra parte -de forma más práctica- por qué desde hace cuatro o cinco años, veis periódicamente cambios en el ritual en la Gendronnière e incluso en las sanghas.

En primer lugar voy a tratar de aclarar la necesidad, si la hay o el sentido, si lo hay. Luego responderé a vuestras preguntas.

De la necesidad de las ceremonias

Para empezar por si las ceremonias son necesarias o si lo es el recitado de los sutras, quisiera decir que mi postura es exactamente la misma que la de Nyojo, contada por Dôgen en el Hokyoki, cuando, interrogado por Dôgen, Nyojo le dice:
“La esencia del zen es la práctica de zazen, cuerpo y mente totalmente despojados, shin jin datsu raku.”

Y Nyojo añade:
“No es necesario ofrecer incienso, rendir homenaje a Buda Shakyamuni, a los patriarcas, etc., o recitar el nembutsu (que estaba de moda en la época de Dôgen y Nyojo: ‘Namu Amida Butsu’ que se repetía como un mantra.) Tampoco es necesario hacer penitencia o arrepentirse, leer los sutras o recitarlos. Sólo sentarse en zazen con un sólo espíritu: shikantaza.

En la continuación del mondo, Dôgen pregunta:
 “Pero, ¿qué quiere decir shin jin datsu raku?”

Entonces Nyojo insiste diciendo: "shin jin datsu raku es zazen: cuando hacéis zazen con un solo espíritu, es decir totalmente concentrados, absorbidos en la práctica de zazen, sois liberados de los cinco deseos y elimináis los cinco obstáculos."

Es decir que estáis verdaderamente despiertos, liberados.>>>>>>>>
Ese es el sentido mismo de la enseñanza de Buda, de la enseñanza transmitida: liberarse de las causas del sufrimiento y así, ser capaz de despertarse a la realidad tal cual es. Esa es la esencia del zen transmitido de Nyojo a Dôgen, de Dôgen a todos los maestros de la transmisión hasta Kodo Sawaki, al maestro Deshimaru y a nosotros mismos. Creo que no tenemos ninguna duda al respecto. En cualquier caso, no yo.

Desde este punto de vista, podemos decir que, al ser zazen la esencia, podríamos contentarnos con hacer sólo zazen: no hay ninguna necesidad de hacer ceremonias, ni de estudiar, cantar o recitar los sutras.

Para continuar en esta dirección, voy a referirme a un célebre mondo entre un monje y el maestro Gensha.

El monje había preguntado a Gensha:
 “¿Los Tres Vehículos [el primero el Vehículo de los oyentes, los shravaka, los que despiertan a través del estudio de las Cuatro Nobles Verdades; el segundo el de los pratyeka bouddha, los despiertos solitarios, que generalmente despiertan por la comprensión de la vacuidad, a través de la comprensión de los Doce Innen, las Doce Causas Interdependientes; el tercer Vehículo el de los bodhisattva cuya práctica fundamental y fuente del despertar es la práctica de las paramita].. estos Tres Vehículos, pregunta el monje, y las Doce Clases de Escrituras, todo eso no es necesario? y, ¿qué pasa con el sentido de la venida de Bodhidharma del oeste?”

Gensha confirma: “Los Tres Vehículos y las Doce Clases de Escrituras no son necesarios.”

Dicho de otra forma, el estudio de los sutras y de todas las enseñanzas de Buda no son necesarios.

La última pregunta del monje se explica por el hecho de que, desde hace mucho tiempo, existe la opinión, en la escuela zen y, sobre todo en el zen Rinzai, de que la venida de Bodhidharma a China introdujo una significación del Dharma más profunda que los diferentes aspectos de la enseñanza de Buda representados por los Tres Vehículos y los Doce tipos de Escritura, que incluyen todos los sutras.

Se ha dicho lo mismo, de la transmisión de Buda a Mahakashyapa, fuera de las escrituras, con el célebre mondo silencioso en el que Buda hizo girar una flor entre sus dedos y Mahakashyapa sonrió.

En la transmisión del zen, este hecho es considerado como el origen de lo que llamamos la transmisión i shin den shin, transmisión directa más allá de las palabras, más allá de los sutras, de corazón a corazón, de mente a mente. Y la venida de Bodhidharma a China, alrededor de un milenio después de esa transmisión de Buda a Mahakashyapa, era la renovación de esa transmisión i shin den shin y confirmaba la superioridad de esa transmisión más allá de las escrituras, en silencio. En el caso de Bodhidharma por supuesto, la transmisión se hizo a través de la práctica silenciosa de zazen, cara a la pared, y Eka la recibió sencillamente prosternado en sanpai, como Mahakashyapa que había sonreído sencillamente al ver el gesto de hacer girar la flor.

Ceremonias no necesarias... pero útiles y complementarias
Está pues esa opinión de que si comprendemos el sentido de esa transmisión i shin den shin, todo el resto ya no es necesario. Incluso podríamos plantearnos si el zazen es necesario. Y Dôgen, que aborda esta cuestión, confirma el punto de vista de Gensha diciendo que, efectivamente, cuando la rueda del Dharma gira, es la rotación de lo que no es necesario. Pero, al mismo tiempo, en esa rotación de la rueda del Dharma, encontramos todas las enseñanzas de Buda. Y Dôgen insiste en el hecho de que “no necesario” no quiere decir que no lo podamos utilizar, no quiere decir que por ello debamos rechazarlo. Al contrario, podemos decir que, por no ser necesario, podemos utilizarlo libremente. La esencia misma del Dharma de Buda, es hacer realidad esa dimensión en la que nada es necesario, es decir, la dimensión mushotoku, la dimensión en la que no tenemos necesidad de añadir nada a la realidad tal cual se actualiza de instante en instante, sobre todo en la práctica de zazen.

No es porque no son necesarios por lo que no vamos a hacer rituales. Esta no-necesidad nos da la libertad de hacer sólo zazen y nada más. Pero esto no quiere decir que vayamos a estar haciendo zazen todo el día y nada más; no quiere decir que no sea útil o significativo expresar lo que ha sido realizado en la práctica de zazen, a través de las ceremonias, como a través de todos los gestos de la vida cotidiana, el gyoji, y de encontrar la expresión de lo que ha sido realizado en zazen en los sutras y en todas las enseñanzas de las Doce Escrituras. Dicho de otra forma, las ceremonias, los sutras, son formas de expresión de lo que está contenido, implicado, en la práctica de zazen, en la realización de zazen. Es Dotoku, la expresión de la Vía. Realizar es una cosa, expresar otra. Y las dos son, no diría que necesarias, pero sí complementarias.

Precisamente, en el Dotoku del Shobogenzo, Dôgen dice: “Cuando la Vía es realización, se expresa espontáneamente."

Y puede expresarse evidentemente, no sólo en las ceremonias sino en todas las formas de actuar en la vida cotidiana. En ese caso, ¿qué sentido tienen las ceremonias?

Yo creo que las ceremonias no son necesarias sino útiles, desde el momento en el que hay una comunidad de practicantes de la Vía que se reúne. Ayudan a que se armonice la comunidad: nos juntamos periódicamente para cantar, recitar los sutras. A través de este recitado, aprendemos a cantar no sólo con la boca sino también con los oídos; a escuchar, a armonizarse con los otros. Además, el sentido de todo lo que cantamos está completamente ligado a la práctica de zazen: el Hannya Shingyo, el Sandokai, son la expresión de la esencia misma de la experiencia de zazen. No volveré sobre esto: hay muchos kusen de sesshin que se han hecho para explicarlo.

En ese caso, los rituales pueden ser útiles. Pero pueden ser causa de confusión si ocupan demasiado espacio, toman demasiada importancia en el gyoji; o si llegan a reemplazar prácticamente a zazen como ocurre en ciertos templos japoneses. Se reduce considerablemente la duración de zazen para tener más tiempo para los rituales, o por ejemplo, se hacen ceremonias para los laicos que dan fuse para ello, y se reserva la práctica de zazen para los monjes. Es este tipo de desviaciones lo que puede adulterar a la vez, el sentido de las ceremonias y el sentido de lo esencial del zen.

¿Cuál es pues el sentido de las ceremonias? Y sobre todo de que recitemos muchas cosas durante una ceremonia. Precisamente al frecuentar a los maestros japoneses, al hacer sesshin en Japón o al hacer el ango aquí, comprendemos cada vez mejor el sentido del ritual, que nos lleva a hacer periódicamente pequeños cambios para tratar de ser más precisos en lo que hacemos.

Hay que decir también, para comprender mejor el contexto, que el maestro Deshimaru, cuando vino a Europa en 1967, sólo hacía un año que había sido ordenado monje. Tenía una larga práctica de zazen pero como laico; hacía sesshines con el maestro Kodo Sawaki pero no tenía una gran experiencia de la vida en los templos. Así es que creó… Además, no tenía la intención de introducir un zen ritualizado porque pensaba que no estaba adaptado a la mentalidad europea –yo creo que tenía razón, así es que empezó de forma muy sencilla; al principio recitaba el Hannya Shingyo, después añadió los Cuatro Votos del Bodhisattva, etc. al final, en el momento en el que murió, cantábamos esencialmente tres veces el Hannya Shingyo, seguido de los Cuatro Votos del Bodhisattva, el Eko y el Ji Ho San Shi.


Se introdujo un primer cambio después de su muerte, nos decíamos: "no estamos obligados a cantar todo el tiempo tres veces el Hannya Shingyo; podemos cantar otros sutras, que son significativos en nuestra tradición. Y añadimos el Sandokai, y alternativamente el Hokyozanmai, igual que el Daishin Darani. Después, en lugar de cantar un Eko relativamente abreviado en el que resumimos el linaje, añadimos el cantar todo el linaje de Buda Shakyamuni hasta el maestro Keizan, luego Kodo Sawaki, maestro Deshimaru y, en mi sangha, Niwa Renpo Zenji.

Ese fue el primer cambio, el objetivo no fue alargar las ceremonias sino variar un poco en lugar de cantar siempre lo mismo. Y durante mucho tiempo, en las sesshin, cantábamos además del Hannya Shingyo, unas veces el Sandokai, otras veces el Hokyozanmai, otras el Daishin Darani. Incluso empezamos a cantar el Kannon gyo, siempre alternando. Y alternativamente también, los Patriarcas.

Otro aspecto surge de que cada uno de esos sutra está dedicado a seres particulares. Esa es la ocasión de profundizar un poco más el sentido del ritual.

Los rituales en el zen no están para obtener méritos y no son necesarios. Los hacemos con un espíritu verdaderamente mushotoku, no esperamos obtener nada cuando los hacemos, pero expresamos al menos tres cosas, a veces más. Lo primero que expresamos a través del Hannya Shingyo, es la dimensión profunda del despertar de zazen, la sabiduría. El sutra del Hannya Shingyo es la expresión de la sabiduría y por tanto de la compasión tal cual se manifiesta cuando practicamos profundamente zazen.

En las ceremonias, también expresamos otro sentimiento importante que es la gratitud, el agradecimiento, el reconocimiento a Buda por haber abierto la Vía de la práctica, que seguimos haciendo zazen. En los templos de Japón, en los que a la mañana se cantan una sucesión de sutras, hay un eko después de cada sutra, porque cada sutra está destinado a expresar la gratitud u otro sentimiento ante ciertas personas.

El Hannya Shingyo está destinado a Buda y a los fundadores. Esta mañana nos planteábamos quiénes eran los grandes, los cuatro benefactores. Como muestran los eko abreviados, estos bienhechores son: Buda, Bodhidharma, Dôgen y Keizan. Estos son los cuatro grandes fundadores en los que pensamos, a los que expresamos nuestra gratitud al cantar el Hannya Shingyo.

Seguidamente expresamos nuestra gratitud a todo el linaje de los Patriarcas, y cantamos para ello tanto el Hokyozanmai como el Sandokai. Nosotros, generalmente acabamos ahí. ¡Para algunos esto ya es demasiado! Así es que, no vamos a añadir más.

Pero en Japón, tradicionalmente, se canta un tercer sutra que está destinado a los padres, a los familiares y a los ancestros. Expresa una vez más la gratitud a los padres, la familia, los ancestros. Si nuestros ancestros no hubieran vivido y no nos hubieran transmitido la vida, no estaríamos aquí practicando la Vía. Así pues, naturalmente, después de zazen, agradecemos a nuestros padres el habernos permitido, al darnos la vida, practicar la Vía.

Hay también una cuarta categoría de personas a las que se les dedica un sutra, por ejemplo el Dai Shin Dharani, los enfermos, a veces bajo forma de kito, y también a los muertos. En ese caso, ante las enfermedades o las muertes no es la gratitud sino la compasión lo que se expresa.

Así, en la ceremonia, se expresan tres grandes sentimientos o valores espirituales: la actualización de la sabiduría, la compasión y la gratitud.

Pero, ¿por qué cambian las ceremonias? Sencillamente porque comprendemos mejor su significado. Y no, en lo que a mí respecta, porque haya que meter cada vez más y alargarlas. Pero creo que hay que hacerlo de la manera más justa posible y perfeccionar el sentido y la coherencia de lo que hacemos con respecto al sentido que tiene.

Para la gente que se ofusca porque esto cambia a menudo e incluso siempre, quisiera insistir en que la Vía de Buda es la Vía de mujo, la impermanencia. Es la Vía que nos enseña a armonizarnos con la impermanencia, a hacer realidad un espíritu ligero, bondadoso, que no se esclerotiza, que no se cristaliza en adquisiciones o en cosas que creemos dominadas, y en las que queremos apoyarnos definitivamente.

Evidentemente, resulta molesto cuando nos decimos “creía conocer bien como se hace la campanita; pero hay un cambio y hay que volver a aprender de nuevo.” Sé que eso cansa, que incluso altera. No hay tampoco que exagerar en ese sentido. Pero, al menos hay que comprender que aceptar que hay cambios, forma también parte de la práctica y del despertar.

¿Qué hacer en nuestros dojos?
Abordamos ahora las cuestiones más concretas: venís a la Gendronnière y esperáis marchar teniendo claras las bases de lo que vais a practicar en los dojos. Es normal: esto es como el dojo madre, donde venimos a formarnos, a informarnos.

Cada godo, cada sangha tiene su forma de ver las cosas, pero por mi parte, yo creo que la práctica en la Gendronnière, se acerca cada vez más a una práctica de templo. Es el lugar en el que podemos conocer y experimentar la forma en la que se practica el ritual en un templo. Pero en los dojos que están en la ciudad, por la mañana, no tenemos mucho tiempo para el zazen, no podemos permitirnos añadir muchos rituales. No es necesario. Además, la mayor parte de la gente que viene al zen, vienen porque están decepcionados con su religión de origen que, generalmente, encuentran muy ritualista, como por ejemplo el catolicismo. Venimos al zen porque nos parece que es más desnudo, es lo esencial, sólo sentarse, sólo meditar. No venimos aquí para pasar un montón de tiempo haciendo rituales, aunque yo crea que hacer un mínimo está bien.

Si creéis que por la mañana, es más importante hacer un zazen largo, tocar la campana e iros, o hacer un sanpai e iros, es posible. No hay ninguna obligación de hacer un ritual. De igual modo, si tenéis un grupo nuevo, con muchos principiantes que no queréis aburrir con las ceremonias: al final de zazen, un toque de campana y se acabó. Es suficiente, no hay necesidad de más. De manera general, para los dojos bien establecidos, con una sangha donde hay monjes y monjas, podemos cantar, como hacemos en el dojo de Niza o en sesshin el fin de semana, el Sutra del kesa, el Hannya Shingyo, luego alternativamente el Sandokai, el Hokyozanmai, los Patriarcas, seguido del Eko, que corresponde a lo que se ha cantado, y por el Ji Ho San Shi. Si tenemos prisa, podemos hacer como en la época del maestro Deshimaru en el dojo de París donde sólo cantábamos el Hannya Shingyo, los Cuatro Votos, el Shigu Sei, el Eko y el Ji Ho San Shi.

Más todavía, si tenemos verdaderamente prisa, ¡podemos no hacer nada! No hay problema. Es la base. Si comprendéis que no hay ninguna necesidad, podréis practicar libremente y considerar las ceremonias como un medio, entre otros de expresar la realización de zazen, es decir la gratitud, la compasión, la sabiduría, la capacidad de estar atento y de armonizarse con los otros. Todo esto se expresa sobre todo en el samu, en los actos de la vida cotidiana, la comida juntos, el respeto que debemos a los otros en la vida cotidiana, en los lugares públicos, los lavabos, el bar, las habitaciones, etc. De hecho, el universo entero es un lugar en el que podemos expresar la realización de la Vía: no está limitado a un pequeño ritual en un dojo, un espacio restringido y separado del resto del mundo.

Ocurre lo mismo con los sutras. Hemos hablado de Las Doce Clases de Escrituras: los sutras no se limitan a las escrituras y las palabras de Buda. De hecho, todos los fenómenos son sutras. Las hierbas, los árboles, el lago, el sol, la luna, las estrellas, los fenómenos de la vida cotidiana, la comida, el trabajo: todo eso son sutras. Son la actualización de la última verdad. Y, si a través de la práctica de zazen, nos abrimos a la intuición de esta realidad, la encontramos en todo lugar. Y “en todo lugar” se hace sutra y la ocasión de expresar el despertar de zazen, más allá de los rituales formalizados que se llevan a cabo en un dojo. Esto es lo que quería deciros.

PREGUNTAS
Como es un aspecto algo « sensible », si hay una, dos o tres preguntas, quiero contestar, si es rápido…

P1: Lo que me incomoda en las ceremonias, es la cuestión de la lengua.
R: Efectivamente, se nos reprocha frecuentemente el cantar en chino, en japonés. Es comprensible. Pero hay dos razones por las que mantenemos los cantos en chino o en japonés.

La primera es que nuestra sangha es internacional. Aquí hay ingleses, alemanes, italianos, flamencos, españoles… si cantáramos en francés, habría personas que no podrían cantar con nosotros, no conocen la lengua. Podemos decir que el chino antiguo es un poco nuestro latín, la lengua universal, pero no excluyo en absoluto que en los dojos, tratéis de recitar los sutras en vuestra lengua. El problema es encontrar la musicalidad, el ritmo. Hay gente que trabaja en esto, no es tan evidente, pero puede hacerse. Hay una idea interesante que yo he aplicado ya: en lugar de cantar dos sutras no cantar más que uno pero leer su traducción antes de cantar. Os recuerdo que las traducciones de todo lo que cantamos están disponibles.

Además, en el momento en el que cantamos no tenemos tiempo de reflexionar, no es hora de reflexionar sino de expresar. En ese momento es más importante estar en armonía con los otros, cantar con el hara, estar en la espiración, y para ello, las sílabas, los monosílabos de los sutras, kan/ ji/ zai… por ejemplo en el Hannya Shingyo se prestan bien a acompasar y a cantar con el hara, mucho mejor que la lengua francesa o la inglesa.

Estas son las razones por las que continuamos cantando en chino.

P2 : Hace un momento has dicho que el maestro Deshimaru no quería introducir las ceremonias, muchas ceremonias, porque tenía miedo que hubiera un zen de dualidad.
R: Sí, en todo caso un zen en el que nos apeguemos a las ceremonias hasta tal punto que les demos tanta importancia, sino más, que a zazen. Ese es el zen ritualizado.
- ¿Por qué ahora no hay ese miedo, ese miedo de apegarse a las formas?
- Ese miedo es útil: el miedo no es una emoción negativa, el miedo es una emoción que nos puede prevenir el peligro. Está bien tener miedo, tener miedo de equivocarse, tener miedo de caer en formas de perversión, eso nos mantiene la mente alerta.

Teisho de Yuno Rech en la Gendronière, el miércoles 27 de agosto de 2008

(extraído de http://www.abzen.eu/es)
 

lunes, 29 de noviembre de 2010

23.- Po (La Desintegración)

    
(Recordad que no es una "adivinación" ni un augurio, es más bien algo que podemos "trabajar"y observar durante este mes en las ocasiones que se nos presenten)


23, Po (La Desintegración)

"Cuando se lleva demasiado lejos el adorno, se agota el éxito.
Desintegración significa descomposición y alude al nexo entre putrefacción y resurrección porque el trazo luminoso de arriba se presenta como invencible ya que en su caída engendra nueva vida, como el grano que se hunde en la tierra.

Lo blando modifica lo fuerte mediante un imperceptible influjo paulatino.

El noble observa con cuidado el cambio entre mengua e incremento, entre plenitud y vacío; pues ese es el curso del Cielo"

La duda y el temor ya nos han hecho desviar del camino o amenazan con hacerlo. La duda principal es si vamos a conseguir nuestro objetivo siguiendo el camino de la "no-acción", de si seremos capaces de aceptar que al adherirnos al poder de la verdad acatándola, se podrá corregir la situación. Creemos que tenemos que alterar los acontecimientos a través de una acción o de un plan. Incluso contemplar la posibilidad de intervenir es una forma de desviarse del camino. Cuando nos desviamos del camino, ponemos los asuntos en manos de nuestros deseos más inferiores.

A menudo recibimos este hexagrama cuando anticipamos que hemos de ponernos en guardia frente a una situación que será embarazosa, que comprometerá nuestros principios o que nos creará nuevas dificultades. Tomar medidas preventivas, incluso pensar en hacerlo, es una forma de desviarse del camino.

Tenemos que confiar en que recibiremos la protección que necesitamos porque mientras insistamos en protegernos a nosotros mismos, nos veremos abandonados a nuestros propios recursos. Al no confiar, nos aislamos de toda ayuda. Lo que hagamos con nuestros propios recursos demostrará ser inadecuado e ineficaz; en el peor de los casos obtendremos un resultado destructivo; en el mejor, habremos impedido que la situación progrese. "Ir con la corriente", "no empujar el río" (wu wei), facilita la obra de lo creativo. >>>

El hexagrama también se refiere a las veces que perdemos nuestra conciencia y nos dejamos llevar al abandono de nuestras responsabilidades. El abandono tiene lugar cuando nos desligamos de las personas, pero no con benevolencia, cuando les volvemos la espalda por ser incapaces de salvarse ellos mismos o cuando pensamos que nunca se relacionarán correctamente con nosotros.

También es posible recibir este hexagrama cuando acabamos de volver al camino correcto después de habernos desviado.

Por otro lado también puede referirse a otra gente desviándose del camino. Durante estos periodos debemos limitarnos a no actuar o a asumir un único papel. Deberíamos ser "dóciles", seguir nuestro camino y dejar que el mal sucumba por sí mismo. (No siempre el I Ching recomienda la vía de la "no-acción" pero sí cuando se recibe este hexagrama). Hay que saber que a aquellos que sufran adversidades, ellas mismas les proveerán de la oportunidad que necesitan para aprender lo que necesiten. El noble o el hombre superior (en el lenguaje del I Ching, aquello más noble que existe en nosotros) no teme la adversidad; comprende que muchas veces es el único medio por el cual puede desarrollarse y corregir las actitudes decadentes. Es por esa razón por la que la vida y la adversidad son el escenario para desarrollar la conciencia. Esto no quiere decir que invitemos a la adversidad o que nos alegremos cuando otros la sufren. La adversidad debe ser evitada en lo posible y si es posible pero, cuando se presenta, debemos observarla con cuidado y calma y sacar de ella todas las lecciones posibles.

Parece que de una forma u otra, tal vez nos encontremos en alguna situación de desprotección en la que perdamos (momentáneamente) la seguridad y confianza en nuestro entorno ya sea por un exceso de orgullo, arrogancia o vanidad (el "adorno" del que habla al principio), ya sea como consecuencia de cambios en los que nos vemos involucrados y que no dependen de nosotros.

Pero una situación de desprotección, al margen de las causas que hayan podido originarla, siempre se caracteriza por colocarnos en unas circunstancias sobre las que nuestra posibilidad de acción y capacidad de influencia es limitada.

Es el momento de ejercitar cualidades muy interesantes para afrontar de forma eficaz y positiva las situaciones "negativas" (al menos ante nuestros ojos) ante las que nada se puede hacer:

- la capacidad de "no-hacer" algo que pueda empeorar las cosas (quedarse quieto, no intervenir sin que sea cobardía es una lección difícil de aprender y sin embargo una herramienta sumamente eficaz y útil)
- la flexibilidad y no aferrarnos rígidamente a nuestros puntos de vista.
- la capacidad de apartarnos y desvincularnos de todo lo que no ayude o no contribuya a afrontar y solucionar la situación que hemos reconocido como inevitable.
- la evitación de sentimientos de culpa e ineficacia cuando realmente no se puede hacer nada.
- la aceptación de este tipo de situaciones sin que mermen nuestra esperanza y confianza.
- la capacidad de ver el lado positivo y extraer las enseñanzas que mejor nos alimentan.
   

sábado, 27 de noviembre de 2010

ZEN y enfermedad

 
(Leedlo hasta el final (por favor, claro) aunque a la mitad os entren ganas de dejarlo por creer que el autor está lejos del Zen. Ya veréis que no. La reflexión que hace es tan Zen como el Shin Jin Mei y merece la pena. O eso me parece y...
de todos modos, todas las tradiciones son la Tradición sea cual sea la forma)

"Encontrándose Tozan enfermo, un monje le preguntó:


- Su reverencia se encuentra mal. Hay alguien ahí que no está enfermo?
- Sí, lo hay, dijo Tozan.
- Ese que no está enfermo cuida a su reverencia?, volvió a preguntar el monje
- El viejo monje es quien le cuida a él en realidad,  fue la respuesta de Tozan
- ¿Qué es lo que sucede cuando su reverencia cuida de él?, quiso saber el monje
- Entonces el viejo monje no ve que haya enfermedad, contestó Tozan"

He escogido este koan por razones evidentes, puesto que en esta entrega se trata de hablar de la enfermedad desde el punto de vista del Zen. Desde hace muchos años (veinticinco aproximadamente) vengo siguiendo la rama del budismo conocida como el Zen, pero fue cuando sucedió súbitamente la experiencia llamada kensho, cuando de hecho entré en el camino. "El camino no es difícil, decía Nansen, únicamente no elijas". No elijas la salud cuando tienes enfermedad, podríamos decir. No elijas tampoco la enfermedad, cuando tienes salud.

La salud y la enfermedad son de hecho como el día y la noche, se suceden la una a la otra durante...
... toda nuestra vida de tal modo que a veces no es fácil distinguir en qué fase estamos. Muchas veces, incluso, se entremezclan íntimamente. En el momento que escribo, puedo considerarme sano, pero ¿cómo saberlo ciertamente? Podría estar incubando un cáncer desde hace años, y no ser todavía consciente de sus síntomas. Incluso yendo al médico, lo más probable es que saliera de allí sin saber si realmente estoy enfermo, pues muchas enfermedades no dan la cara hasta que están en fase avanzada.

Lo cierto, sin embargo, es que en este momento no tengo síntomas de enfermedad. No me duele nada de un modo alarmante, ni he recibido malas noticias. Alguna vez en el pasado he estado en esa situación, sin embargo. Nada serio, enfermedades de las que se sale adelante. En ocasiones he estado con un dolor de espalda agudo, como si no fuese a dejar de doler nunca, y luego misteriosamente, el dolor ha desaparecido tan rápidamente como empezó, sin dejar el menor rastro.

Sin embargo, a veces, el dolor acude a saludarme. Un noche, durante un mes de retiro solitario en las montañas, no podía dormir a causa de una punzante sensación en la planta del pie. En ese momento era cristiano practicante, y pedí a Cristo que tomara el dolor, y recitando una simple oración "Cristo audinos", por extraño que parezca, llegué a desaparecer en el seno del mismo, hasta que entre el dolor y yo pareció no haber separación. Cuando esto sucedió caí dormido y al despertar el dolor se había ido, y no regresó más.

Dar el dolor a Dios, darle los pecados, darle los sufrimientos, forma parte del camino cristiano, y seguramente el entrenamiento de alguien que sigue a Cristo, sería entregarle en todo momento sus sufrimientos. Cristo lo dice muy claro en cierto momento, con estas palabras: VENID A MI TODOS LOS QUE ESTAIS CANSADOS Y AGOBIADOS, Y YO OS DARE DESCANSO! (Mateo 11:28)

Un enfermo puede tomar esas palabras como su forma de vivir la enfermedad, si es cristiano, entrando una y otra vez en contacto con el Cristo en su corazón, por medio de la repetición incesante de una oración como la que yo repetí en aquel momento. (Es, supongo, el modo en que se realiza la oración de Jesús, según sabemos por el encomiable libro "Memorias de un peregrino ruso"?

Pero no me corresponde a mi enseñar el camino de Cristo, pues no es el camino que yo sigo. Yo sigo el camino del Zen, según he dejado claro y, aunque he intentado a veces (lo confieso aquí) tomar el Zen en unión de Cristo, mi experiencia personal ha sido clara y contundente en última instancia: El Zen no es el camino de Cristo, y si lleva o no lleva a Cristo, yo lo desconozco por completo. (Lo que sí me atrevo a afirmar, es que no aleja de él, de modo que alguien que tenga un compromiso claro con Cristo, puede sin ningún temor practicar zazen, esperando que sea una ayuda para él)

Dejando esto a un lado, me vuelvo a centrar en el camino del Zen y la enfermedad y, para ello, vuelvo otra vez al koan, que describe un dharma combate entre el maestro Tozan y uno de sus discípulos. El monje que pregunta a Tozan quizás lo quiere poner a prueba o quizás quiere que Tozan le muestre su manera de vivir la enfermedad, y su primera pregunta indica seguramente que él mismo ya ha tenido una experiencia de kensho en algún momento. "Hay alguien ahí que no está enfermo?" Yo mismo puedo entender el sentido de la pregunta, desde mi humilde comprensión no intelectual.

En medio de la enfermedad, ¿quién no está enfermo? Si puedes mostrar al que no está enfermo, cuando estás enfermo, entonces estás a salvo de la enfermedad. Si tu comprensión del Zen (o del budismo) es puramente intelectual, entonces no te servirá de mucho, y la enfermedad será una pesada carga que deberás soportar. Pero la realización del kensho abre la puerta a la verdadera salud del cuerpo- mente, suponiendo que sigamos fieles a lo que se vio en ese momento.

Tozan se refiere a sí mismo como el viejo monje, y esto nos hace pensar en alguien que lleva una larga vida de práctica y entrenamiento Zen en un monasterio. Alguien que, como el gran maestro que fue, ha alcanzado una visión mucho más profunda que la del monje que le pregunta. Al decir "Sí, lo hay" ya demuestra sin ambivalencia su realización de la naturaleza de Buda. Ese "Sí, lo hay" está más allá de sí o no. En ese momento Tozan abre sus entrañas y muestra su realización sin lugar a dudas. En japonés "Sí, lo hay" se dice "Hai, so dessu", pero viene a significar más bien "¡Aquí está!". Es como si dijera, "¿Acaso no la ves?"

"¿Ese que no está enfermo, cuida de su reverencia?" Si Tozan hubiese dicho que sí, su realización del Zen se habría venido abajo como un castillo de naipes. Nadie que dice sí o no, tiene capacidad para mostrar el camino a otro, porque el sí o el no caen fuera del único camino. "El viejo monje es quien cuida de él en realidad", dice Tozan, y esa respuesta muestra la quintaesencia del Zen. En el Zen no hay un Dios que cuide de nosotros, ni un Cristo que tome nuestros pecados y cargas. La peculiaridad del Zen es llevar más allá de las barreras de separación entre un tú y un yo.

Si yo estoy aquí sentado, y Dios (o Cristo o Buda) está ahí delante de mí, eso no es Zen. Si yo estoy aquí tumbado y separado de mi dolor, entonces el dolor me aplasta y convierte en un miserable. En el Zen no hay nadie que cuide de nosotros, a quien dirigirnos en busca de ayuda. El Zen nos lleva a la ausencia de separación entre yo, Dios y la enfermedad. Dios cuida de mi, o yo cuido de Dios, ¿cuál es la diferencia? Si hay una separación entre Dios y yo (o entre Buda y yo), eso no es la realización del Zen.

El monje, no enteramente satisfecho, vuelve a la carga "¿Qué es lo que sucede cuando su reverencia cuida de él?" Su pregunta expresa un deseo de llegar más hondo, pero las palabras no pueden llevarle a la realización. Como dice el Tao Te King: "El Tao que puede conocerse no es el Tao". Tozan no explica nada, solo contesta "El viejo monje no ve que haya enfermedad".

Uno imagina a Tozan hablando en un susurro, como expresando una verdad obvia, la verdad más íntima y profunda del budismo: No hay dolor, ni ausencia del dolor, ni destrucción ni camino ni conocer ni alcanzar.

(Extraído de http://evangelioyzen.blogspot.com/ )
 

jueves, 25 de noviembre de 2010

"Elegid@s para la gloria"

  
Teniendo en cuenta en lo que trabajo y teniendo en cuenta en lo que "debería" trabajar,  a veces se me pasa por la cabeza que estoy bastante desperdiciada. Tanta información y lectura, tanta carrera y esfuerzo, tanto tiempo dedicado...

... y no me pasa solamente a mí, la verdad es que a mi alrededor los mejores (se entiende que de más calidad humana desarrollada) suelen estar en los puestos "más bajos". No tengo ningún amigo (ni conocido) que sea presidente de gobierno de ningún país ni autor de éxito ni influyente comunicador ni sanador-que-todo-lo-cura ni nada de nada.

El caso es que en uno de estos días tontos en que pensaba algo parecido a: "¡Pues vaya con la bobada de papel 'histórico'  que hago!" me acordé de una anécdota que ni se sabe de dónde saqué...

Era un niño esperando para ver qué papel le daban en la consabida obra de navidad del colegio. Por lo visto estaba muy ilusionado con ello así que su madre quería que le dieran algo un poco "importante" más que nada para que el pequeño no se sintiera desilusionado.

El día del reparto allí estaba, a la salida del colegio, con el corazón encogido esperando el resultado,  cuando el niño salió, con los ojos requetebrillantes de alegría y orgullo, gritando:

-¡Mamáaaaaaaaaa! ¿a que no sabes para qué me han elegido?
-Pues.... no....
-Para aplaudir y animar!!!


Pues eso. A eso me dedico.

(Pensándolo bien ¿cómo es posible que en algún momento me haya parecido "poco"?!)
 

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Cabalgando el tiempo

     
En “Alicia a través del espejo”, la Reina Blanca le dice a Alicia que "la memoria funciona en ambas direcciones". La reina no solo recuerda cosas del pasado sino tambien "cosas que pasaron la semana que viene". Alicia le replica que no puede recordar cosas antes de que sucedan, a lo que la reina responde: "Se trata de una clase de memoria bastante pobre la que sólo funciona hacia atrás".

"Nosotros, como el tiempo, también nos desdoblamos"

Una entrevista a Jean-Pierre Garnier Malet, padre de la teoría del desdoblamiento del tiempo.

Esta teoría permitió explicar la llegada al cinturón de Kuiper de planetoides que están en el origen de explosiones solares de envergadura, pero Garnier va mucho más allá y nos cuenta que esa ley es aplicable a nuestra vida:

"Tenemos un cuerpo muy bien hecho que nos permite proyectarnos en el porvenir: ir a ver el futuro, arreglarlo y volver para vivirlo.

Y es durante la noche cuando tenemos la capacidad de arreglar ese futuro que hemos construido durante el día.

Podemos ver los peligros antes de vivirlos por medio de la intuición, y borrarlos".

Expuso su teoría (explicada en "Cambia tu futuro por las aperturas temporales") en la librería Épsilon de Barcelona.

Su teoría ¿está avalada por la ciencia?
La respetada revista American Institute of Physics de Nueva York y su comité científico la han validado publicándola en 2006 porque es una teoría que ha permitido, primero prever y luego explicar, la llegada de planetoides al sistema solar. ¿Quiere que le explique para qué sirve la ley del desdoblamiento del tiempo?

Sí, pero sencillito.
Tenemos dos tiempos diferentes al mismo tiempo: un segundo en un tiempo consciente y miles de millones de segundos en otro tiempo imperceptible en el que podemos hacer cosas cuya experiencia pasamos luego al tiempo consciente.
¿Y todo eso sin enterarnos?
Exacto. Tengo una síntesis instantánea de un análisis que he realizado en otro tiempo aunque no tenga la memoria de ello.

¿Así funciona el tiempo?
Sí, en cada instante presente tengo un tiempo imperceptible en el cual fabrico un futuro potencial, lo memorizo y en mi tiempo real lo realizo.

¿?
Tenemos la sensación de percibir un tiempo continuo. Sin embargo, tal como demuestran los diagnósticos por imágenes, en nuestro cerebro se imprimen solamente imágenes intermitentes. Entre dos instantes perceptibles siempre hay un instante imperceptible.

¿Como en el cine, que sólo vemos 24 imágenes por segundo?
Sí, la número 25 no la vemos, es subliminal. En publicidad se ha utilizado ese tipo de imágenes para influir con éxito en nuestro comportamiento, lo que ha mostrado que lo subliminal es accesible a nuestra memoria. El desdoblamiento del tiempo ha sido probado científicamente y la teoría ha dado justificaciones a escala de partículas y a escala de sistema solar.

Tenía entendido que las leyes de la cuántica no se aplicaban a las cosas grandes.
El fenómeno del desdoblamiento del tiempo nos da como resultado el hombre que vive en el tiempo real y en el cuántico, un tiempo imperceptible con varios estados potenciales: memoriza el mejor y se lo transmite al que vive en el tiempo real.

¿Nuestro otro yo cuántico crea nuestra realidad?
Podríamos decir que entre el yo consciente y el yo cuántico se da un intercambio de información que nos permite anticipar el presente a través de la memoria del futuro. En física se llama hiperincursión y está perfectamente demostrada.

¿Estoy desdoblada como la partícula?
Sí. Y sabemos que, si tenemos dos partículas desdobladas, ambas tienen la misma información al mismo tiempo porque los intercambios de energía de información utilizan velocidades superiores a la velocidad de la luz. ¿Conoce el principio de los gemelos de Langevin?

No.
En los años 20, Paul Langevin demostró que si un gemelo viajaba a la velocidad de la luz, envejecía menos que el que se quedaba quieto. A Langevin no le creyeron. Hubo que esperar 50 años: en 1970, gracias a los relojes atómicos, se comprobó esa ley.

Entonces, en ese tiempo imperceptible pasó mucho tiempo.
Exacto: si puedo viajar a velocidades prodigiosas, un microsegundo se convierte en un día entero. Cuando regreso, no sé si me he ido, puesto que he estado ausente un microsegundo.

Estupenda propiedad, ¿pero quién es el que viaja?, ¿yo?
Existe otra propiedad conocida en física: la dualidad de la materia; es decir, una partícula es a la vez corpuscular (cuerpo)y ondulatoria (energía). Somos a la vez cuerpo y energía, capaces de ir a buscar informaciones a velocidades ondulatorias.

¿Y cómo asimilamos esa información?
En el sueño paradoxal, cuando estamos más profundamente dormidos y tenemos nuestra máxima actividad cerebral, se da el intercambio entre el cuerpo energético y el corpuscular. Y es ese intercambio el que le permite arreglar el futuro que ha creado durante el día, lo que hace que al día siguiente su memoria esté transformada.

Vaya.
El intercambio se realiza a través del agua del cuerpo. Ese intercambio de información permanente es el que crea el instinto de supervivencia y la intuición.

¿Fabricamos potenciales por medio de nuestro pensamiento?
Así es. Si por ejemplo pienso en una catástrofe, ese potencial ya se inscribe en el futuro y puede sufrirla usted u otro. De manera que la conclusión es: “No pienses en hacer a los demás lo que no quisieras que los demás pensaran en hacerte a ti”. No es una ley moral ni filosófica, es una ley física.

Es difícil controlar el pensamiento.
De día, mucho; pero justo antes de quedarnos dormidos tenemos un minuto, y basta con que durante ese minuto controlemos: esa es la manera de conectar con esa parte energética, llamémosla el doble, para pedirle que solucione los problemas.

¿Es como una oración?
No: es una relación, y hay que dejar totalmente las riendas al otro; las noches están para eso. La noche no sólo permite borrar potenciales no deseados, sino que también nos guía los pensamientos del día siguiente.

Fuente: La Contra en el periódico La vanguardia, martes 9 de noviembre 2010
Inma Sanchís y Laura Guerrero
 

martes, 23 de noviembre de 2010

Esto no es la Vía

 
El primer ministro de un rey, un día, paseando por los jardines de palacio, vio por primera vez en su vida un halcón real.



Hasta entonces, el ministro jamás había visto semejante clase de paloma, de modo que cogió unas tijeras y ni corto ni perezoso, cortó con ellas las garras, las alas y el pico del halcón. Por lo visto debió pensar que le sobraban.

Encantado con su "obra" le hizo saber al halcón:

«Ahora pareces un pájaro como es debido. Estabas muy descuidado!».


¡!

(Las conclusiones van por vuestra cuenta)
 

domingo, 21 de noviembre de 2010

ZEN, la versión japonesa de la Tradición

         
Es decir: el Zen parece ser que es la versión japonesa de un estilo de "meditación" que se gestó en la India, pasó por China y terminó de depurarse en Japón. Y esa es una aplastante verdad que no hay que olvidar jamás, al menos si uno es occidental de pura cepa y más en concreto si pertenece al área mediterránea. Porque las cosas no son lo mismo aquí que en Japón. Ni muchísimo menos. Así que antes de decidir practicar zazen, idea que, por otro lado es una grandísima y feliz idea, uno tiene que saber algunas cosas.

Hay que saber que cuando uno tropieza con el Zen lo que ha hecho en realidad es aterrizar en un planeta distinto. Ni el idioma, ni las costumbres, ni la valoración de las cosas, ni el vestido... casi nada es lo mismo que en la vida normal y corriente. Así que hay que aprenderlo todo de nuevo y casi a ciegas porque la gente del Zen no da explicaciones de ningún tipo ni siquiera bajo tortura :)

y..............



La placa del viejo portal decía: Dojo Zen, 3º Dcha. Ane subió por las angostas escaleras de madera desgastada por el tiempo hasta el 3º Dcha. Llamó al timbre y esperó un largo rato hasta que la puerta se abrió de par en par. El hombre que tenía delante de sus narices iba vestido con un kimono negro, descalzo y con un palo plano de madera bien trabajada echada al hombro como si fuera un hacha. Tenía la cabeza monda y lironda y la miró directamente a los ojos, como sin prisa y sin decir nada. Silencio mudo. Y ane un poco tartaja, las cosas como son, ante la extravagante visión para la que no estaba preparada, saludó:

- Venía preguntando por el dojo zen.

A estas alturas ane sí sabía que un dojo Zen era el lugar donde los monjes practicaban zazen. Así que al menos eso no tenía que preguntarlo. “Dojo”, el lugar del “despertar”, otro concepto que a saber qué querían decir con eso, pero de momento lo apartó del pensamiento. El monje continuó mirándola y ella siguió sospechando que había dado más bien con un lugar de locos.

- Estábamos meditando- dijo a modo de explicación que a ane más bien le sonó a censura por haberles interrumpido. ¡Y yo qué sabía!, pensó, ¡Pues no haber abierto, caramba!, ¡vaya una manera de recibir a una nueva clienta!. Pero solamente dijo:

- Bueno, ya vuelvo otro día, mejor.
- De acuerdo.

Y ni una palabrita más. Ane dio media vuelta dispuesta a no volver a acercarse por allí nunca jamás, ¡ya les pueden dar dos duros!. Era a todas luces orgullosa, pero tampoco el recibimiento había sido como para tirar cohetes. El caso es que, sin querer, por el rabillo del ojo vió un pequeño cartel en el que se especificaba claramente el horario de zazen y una nota: “Iniciaciones – Sábado 10h”. Y a lo tonto y a lo bobo el siguiente sábado se encontró subiendo por segunda vez las mismas escaleras y esperando que la abrieran la misma puerta. Esta vez fue una diminuta mujer delgada y blanquísima con una risa pegada a la boca que sonaba como un aria llena de tonos agudos que subían y bajaban dando la impresión de que nunca fuera a terminarse y de una potencia que amenazaba con romper los tímpanos de una ane a estas alturas ya completamente sorprendida. No la dio tiempo ni a saludar:

- Vienesalainiciaciónporquetúeresnuevaatinoteconozconote preocupespasaahoravieneelmonje... Soltó como una metralleta todo seguido sin interrupción ni coger aire.

Ane la siguió al interior de la casa. Entró, detrás de la aspirante a diva, a una habitación donde tuvo la sensación de que el aire se había remansado. Había un tibio olor a incienso suave. Una estantería baja situada a lo largo de una de las paredes estaba llena de cojines redondos, negros perfectamente alineados de canto uno detrás de otro, pegados uno a otro. El suelo estaba cubierto de una moqueta gris que más bien parecía de ningún color. La brillante luz de la mañana de primavera entraba, dulce, a través de unas persianas casi negras de auténtico último diseño.

Ane sintió cómo los nervios se le iban escurriendo piernas abajo hasta casi salir por los pies y perderse en la madre tierra que siempre sabe qué hacer con ese tipo de cosas.

Había una especie de pequeño altar con un montón de sobres apilados hechos de tela marrón o negra. En la pared había algunas caligrafías enmarcadas.

Estaba entretenida recorriendo todo el espacio con la mirada mientras esperaba que apareciera el hombre calvo de la mirada fija cuando se dio cuenta de que había alguien a su espalda. Se volvió. Un hombre fuerte de ojos verdes dulcísimos y risueños la saludó abriendo los brazos. Soy Oso, dijo, nombre que, por otro lado, le venía que ni pintado teniendo en cuenta su aspecto. Ven conmigo, vamos a pasar al dojo.

Así (o parecido porque la mentira puede ser algo hermoso que recubre -y descubre- verdades) comenzó para ane la gran aventura, repleta de riesgos y victorias, de una vida buena.

Pero esto es tan solo lo que la pasó a ella. Para otro será de otra forma porque cada cual construye su mundo a su antojo. También eso se aprende en un dojo.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Simbolismo del kesa (empezando a coser)

 
... tenemos que coger la aguja, enhebrar el hilo y comenzar a coser.

Hay una especie de vértigo (que si lo haré bien, que si lo haré mal, que si la puntada será suficientemente pequeña o excesivamente grande, que si la siguiente estará muy separada o demasiado junta...). De cualquier forma entro desde arriba que es el plano en el que tengo la idea de las cosas y cómo quiero hacerlas y, penetrando en el tejido, intento darle forma, la materializo. Bajo, entro en la tela (que equivale a bajar a la “arena del circo”, hacer realidad lo que digo ser) y ya está conformada la puntada.

¡Qué curioso y por qué será!? que es cuando la veo en relación a la anterior el momento en que "siento-sabiendo" si es armónica o no...

Y así una a una. Puntada a puntada la aguja asciende verticalmente y desciende de igual modo haciendo uno el plano ideal con el real, “como una caja con su tapa”.

Este doble recorrido que hace la aguja tiene su inicio en la parte inferior e interior de la tela como si se quisiera decir que todo el proceso comienza en el lugar más oculto de lo que somos y es fácil que el más oscuro, el que menos queremos mostrar, nuestro propio corazón, el lugar del anhelo por hacer (del verbo "hacer") realidad eso que cada tradición nombra de una forma diferente pero que siempre es lo mismo y todos conocemos y a dónde nos dirigimos aunque sea dando vueltas y revueltas, tropezones y sinsabores o todo lo contrario que de todo hay...

Dan ganas de dedicar la vida entera al bello oficio de coser grandes kesas y pequeños rakusus aunque sea para otros, aunque no sea para nuestro propio y rápido beneficio.

Tal vez algún día.
  

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Simbolismo del kesa (juntando piezas)

 
La tradición dice que el futuro monje saldrá a buscar los retales en aquellos lugares donde puede encontrarlos: los basureros o los restos de las piras funerarias o tal vez pueda recortarlo de alguna ropa usada... en cualquier caso se trata de mirar alrededor y localizar las 21 "piezas" que necesitamos para construir el centro del kesa de siete bandas.

No hace falta ir muy lejos, estarán en nuestros amigos, familiares, compañeros de trabajo, en los enemigos que suelen ser grandes maestros del reconocimiento de uno mismo.

Necesitamos reunir 21 aspectos propios que están diseminados como ajenos y no todos son lo que solemos etiquetar como negativos. Muchas veces creemos que lo hermoso está fuera, que no nos pertenece. Tampoco es verdad.

Sólo 21 piezas etiquetadas como A1, A2... egoísmo, honestidad, intuición, tolerancia, avaricia... cada uno sabe. No buscamos tela fea ni tela bonita. Buscamos materia dispersa y despreciada para unirla en un manto que nos cubra como el Cielo y nos sostenga como la Tierra.

Tras encontrarlas, reconocerlas y hacernos con ellas, la tradición dice que tendremos que lavarlas (vale decir despojarlas de juicios y prejuicios) y teñirlas con el color de la tierra en la que se dan los frutos (vale decir que las convertiremos en caldo de cultivo de alimento propio y ajeno que viene a ser lo mismo aunque no sea igual) y tras ello cortarlas (que es tanto como decir que las dejaremos en su justa y adecuada medida para que sean útiles. En definitiva, dominarlas y hacerlas servir).

Y entonces...
   

lunes, 15 de noviembre de 2010

Simbolismo del kesa (reconociendo el tejido)

    
Se quiera o no se quiera, se diga o no se diga, la práctica de zazen supone una iniciación al conocimiento de la realidad en toda su amplitud y las leyes que la rigen.

Sucede que desde el mismo momento en que se nos cuela en el cuepo esa especie de anhelo que es la seña de identidad de la estirpe de los buscadores, se produce automáticamente la puesta en marcha de un proceso de desmembramiento del yo. No es que lo hagamos adrede, es que sucede así. Comenzamos a estudiar al más puro estilo científico nuestra realidad local y pequeña, la que tenemos a mano y que somos nosotros mismos.

Solemos encontrarnos entonces con que estamos hechos de una mezcla de muchas cosas que consideramos y etiquetamos como buenas, malas o regulares.

Digamos que somos perezosos (aunque no siempre ni para todo) o sublimes (desde luego que tampoco todo el tiempo ni con todas las cosas) o mentimos o poseemos toneladas de lealtad o... total, que estamos hechos de trozos que hasta el momento estaban amalgamados y parecían un solo tejido: yo, pero que de pronto se aparecen ante nuestros ojos de "ver por dentro" como separados y con un nombre que los define.

Este es el inicio de la construcción de un kesa.

Como "ser xxxxxx" no es para estar orgullosos y produce algo parecido al terror reconocernos así de feos, generalmente lo proyectamos fuera.

Sabemos que estamos proyectando en alguien algo que nos compone y habita porque al ver en ellos el defecto nos ponemos de muy mal humor, lo criticamos y juzgamos con acidez por ser "pura envidia" o "manipuladora" o "lujuriosa" o "egoísta"... cosa que evidentemente yo no soy (o sea, sí). No es que lo veamos y sencillamente, sin terremotos de hostilidad interna, opinemos que no está bien y punto, no, nos saca de quicio.

Y es el enfado visceral lo que indica con toda seguridad que esa característica también nos pertenece.

Son los "trozos de tejido despreciables y despreciados por todos" con los que la tradición Zen dice que tendremos que confeccionar el kesa (Continuará...)
 

domingo, 7 de noviembre de 2010

Gasshô

 
Bodhidharma es famoso por un par de cosas además de por su ceño fruncido para decirlo de  forma suave y sin menosprecio del resto de sus cualidades. Insistió, con la terquedad que por lo visto le caraterizaba, sobre la importancia de dos prácticas en concreto y las dos esencialmente físicaszazen y gasshô.

Entro en el dojo: gasshô. Antes de sentarme en el zafu: gasshô. Antes de quedarme quieta hasta que la campanita me libere de la inmovilidad: gasshô. Voy a iniciar kinhin: gasshô. Termino kinhin: gasshô...

A la hora de comer gasshô ante el que me sirve la comida, gasshô ante la comida, gasshô si me pasan la sal, gasshô si pido más...

Gasshô por todos sitios a todas las cosas y a todas las horas. Tanto es así que recuerdo que al principio, cuando no sabía qué había que hacer, yo, por si las moscas, hacía gasshô. Naturalmente me equivocaba muchísimas veces pero no me importaba. Siempre me ha sentado bien. Y sanpai mejor todavía.

Gasshô para dedicar mi respeto y agradecimiento al trabajo (por ejemplo) de mis compañeros de vida y a los de la Vía, a lo grandes que son algunas cosas que ni intuyo, a las acciones invisibles y generosas. Gasshô por poder sentir ese respeto y ese agradecimiento que en sí mismos son toda una bendición...

Gasshô para recordar y no olvidar que, excepto que me ponga bruta, suspicaz o caprichosa y no acepte los regalos de todos los días, la vida me trata bien.

Al fin y al cabo sigue sin desplomarse el cielo sobre mi cabeza como me aseguraron Astérix y Obélix. Que no es poco.
      

jueves, 4 de noviembre de 2010

El Reino del Agua

      
Sólo cuando la Virtud se pierde, predomina la benevolencia.
Sólo cuando la benevolencia se pierde, predomina la rectitud.
Y sólo cuando la rectitud se pierde, predomina el decoro.
En verdad, el decoro surge cuando la lealtad y la sinceridad escasean.
Es lo que marca el inicio del desorden.
(Lao Tsé)

Es imposible comprender y asimilar la Medicina Tradicional China sin entrar en una dimensión simbólica y poética de la realidad. Hay que atreverse a entrar en el mundo de equivalencias y correspondencias, de alusiones y asociaciones y paralelismos, del simbolismo y recuperar así los tesoros escondidos en el Reino del Agua.

Algunas aclaraciones previas
El concepto de “reino”. Los cinco reinos mutantes a los que hace referencia la Medicina Tradicional China, muy impregnada de taoísmo, son en realidad cinco estados o fases, cinco manifestaciones, cinco aspectos, cinco estancias, en las que reposa por momentos la Energía Única en su ciclo de manifestación y actividad, vale decir de concretización, conformación o condensación. Uno de ellos, el primero, es el Reino Mutante del Agua.

El concepto de mutación. Hace alusión al hecho de que cada reino al transformarse en el siguiente le genera pero también pervive en él. El reino generado conserva la memoria de su “progenitor”, la incorpora y aporta su propia forma. Todo junto pasa al siguiente. Algo similar a lo que sucede de generación en generación de padres a hijos.

El Agua alberga en su interior el dharma individual, aquello para lo que fuimos creados o, como lo expresan algunas tradiciones occidentales, para lo que fuimos "llamados de la tumba".

El Agua, nuestra agua, tiene el secreto del sentido de nuestra existencia en este mundo, en este tiempo y sus coordenadas geográficas e históricas. Guarda la función a la que solamente nosotros, cada uno, podemos dar cumplimiento.
La palabra "naturaleza" es esencial para el taoísmo y la Medicina Tradicional China. ¿Qué quiere indicar con ella?. Mejor con una analogía extraída de la tradición taoísta:  así como el Cielo cubre y la Tierra sustenta, pues esas son sus naturalezas, todo cuanto existe, las cosas fenoménicas, son lo que son y tienen su actividad particular en función de su naturaleza. Actúan de acuerdo a ella, que es la forma concreta que adopta el Tao cuando se realiza y actualiza en el mundo fenoménico. En este punto es susceptible de sufrir una desviación, una actividad antinatural que en términos taoístas equivale a “intencionada”. Irónicamente el Hombre, cuya naturaleza le habilita para convertirse en la perfecta encarnación de la Virtud y por tanto de la Vía, es la única criatura capaz de obstaculizar la plena actividad de la Vía, ya que solamente el Hombre puede actuar con intención (con juicio, con objetivos, con conciencia individual...) Sin embargo el resto de las cosas son naturalmente como son y cada una de ellas actúa de acuerdo con su propia naturaleza sin la menor intención por su parte. El árbol da sombra sin opinar acerca de a quien beneficia. La lluvia empapa cualquier cosa que esté bajo ella. Las cosas no piensan, no calculan, no tienen intereses personales. El Hombre sí. El Hombre puede mermar su Virtud innata hasta por la intención de convertirse en perfecta encarnación del Tao. Así que para acceder a nuestra naturaleza (la Virtud en términos taoístas) necesariamente debemos volvernos inocentes y desaprender. También está escrito en los Evangelios.

Más en concreto: Todos queremos saber por qué estamos aquí, cuál es nuestra misión en la vida, aquello que hace que demos por buenos incluso los malos momentos. Quienes lo saben son fáciles de identificar: sus vidas están llenas de sentido. La percepción de su propósito existencial les da fuerzas para superar los malos momentos y alegrarse en los buenos. Brillan incluso en los peores momentos. Tienen fe. Dijeron en un momento determinado “Hágase en mí según Tu Palabra” (o algo parecido) dieron su consentimiento a la Voluntad del Cielo y así están protegidos y asistidos y cae sobre ellos una lluvia de bendiciones que es la forma del Agua del Cielo para quien ha consentido alinearse con el secreto de su agua individual. Es lo que se denomina la Gracia, una de las significaciones que el Agua tiene constantemente en las tradiciones más diversas.

El Agua es por tanto, también, símbolo de la Gracia y de la regeneración por ella operada en quien la recibe; bastará recordar, a este respecto, el agua bautismal, la lluvia de bendiciones de que habla la Tradición y que se refiere a las influencias celestes que caen sobre nuestras cabezas como lluvia del Cielo, un Agua cuyo simbolismo se aprecia claramente en las aspersiones que se realizan en las ordenaciones e iniciaciones queriendo indicar que, habiendo ofrecido nuestra voluntad al Cielo, éste la acepta y nos riega con el Agua de Vida proporcionando todo lo necesario en tiempo y forma adecuados para el cumplimiento de la función.

Cuando pronunciamos el Fiat, o, como en el Padrenuestro que aprendimos de pequeños sin comprender: “Hágase Tu Voluntad así en la Tierra como en el Cielo”, dejo de ser un “yo” para ser una función. En este punto hay que aclarar la diferencia entre ser un “yo” y ser una función: Yo está a mi servicio individual, personal. Función está al servicio de la totalidad incluida yo misma. Y no es lo mismo. Y sucede entonces el milagro del la aquiescencia, el alineamiento de la voluntad individual con la del Cielo (en términos del I Ching). Y mis pensamientos, mis palabras y mis actos dejan de ser mis pensamientos, mis palabras y mis actos para ser los pensamientos, las palabras y los actos del Cielo, encarnados en mí y a mi medida personal.

Una vida sin propósito es una vida que se enfanga entre la depresión y la ansiedad. Cuando vemos con claridad meridiana cuál es nuestra naturaleza, encontramos el contrato sagrado que firmamos con el Cielo al encarnar y, de pronto, todo está bien aunque esté mal, rematadamente mal. Porque hay algo enorme, poderoso, que nos sujeta y nos mantiene y nos empuja y nos alivia. Así que muy por dentro estamos seguros y a salvo. Esa es la promesa del Agua, el tesoro escondido en el Reino del Agua.

Hay un lugar en el océano, al que llaman "La Puerta del Dragón".
Este sitio está batido por grandes olas que nunca cesan. Cuando algún ser viviente la atraviesa, se convierte en dragón y por eso es llamada así.

Curiosamente, las olas que allí se originan no son distintas de las olas de otros mares; y el agua, tampoco es diferente de otras aguas. Y sin embargo, de una forma misteriosa, todos los seres vivientes que atraviesan el umbral de esa puerta misteriosa, cuyo lugar exacto nadie conoce, se convierten en dragones.

En apariencia sus cuerpos, sus escamas, sus miembros, siguen siendo los mismos, pero al atravesarla, se han convertido en dragones.

Para llegar hasta esa visión del propósito de nuestra vida hay que atravesar la oscuridad de la materia, abismarnos en nuestro interior, entrar en zazen. Cuando encontramos el tesoro escondido además se nos proporcionan las herramientas necesarias para actuar de acuerdo a ella. Son los atributos del Agua: la fe, la responsabilidad, la entrega, la blandura, la adaptación, la firmeza suave, la conciencia clara de la orientación y el rumbo a seguir.

Podemos hacernos una idea de la importancia del rumbo con este cuento:

"Un hombre se hace a la mar navegando en su velero cuando de pronto una fuerte tormenta lo sorprende y lo lleva descontrolado mar adentro. En medio del temporal el hombre no ve hacia dónde se dirige su barco. Con peligro de resbalar por la cubierta, echa el ancla para no seguir siendo llevado por el viento y se refugia en su camarote hasta que la tormenta amaine un poco. Cuando el viento calma, el hombre sale de su refugio y recorre el velero de proa a popa. Revisa cada centímetro de su nave y se alegra al confirmar que está entera. El motor enciende, el casco está sano, las velas intactas, el agua potable no se ha derramado y el timón funciona como nuevo.

El navegante sonríe y levanta la vista con la intención de iniciar el retorno a puerto. Otea en todas las direcciones pero lo único que ve por todos lados es agua. Se da cuenta de que la tormenta lo ha llevado lejos de la costa y de que está perdido.

Empieza a desesperarse, a angustiarse.

Como les pasa a algunas personas en momentos demasiado desafortunados, el hombre empieza a llorar mientras se queja en voz alta diciendo:

- Estoy perdido, estoy perdido... qué barbaridad...

Y se acuerda de que él es un hombre educado en la fe, como a veces pasa, lamentablemente solo en esos momentos, y dice:

- Dios mío, estoy perdido, ayúdame Dios mío, estoy perdido...

Aunque parezca mentira, un milagro se produce en esta historia: el cielo se abre, un círculo diáfano aparece entre las nubes, un rayo de sol entra, como en las películas y se escucha una voz profunda (Dios?) que dice:

- ¿Qué te pasa?

El hombre se arrodilla frente al milagro e implora:

- Estoy perdido, no sé dónde estoy, estoy perdido, ilumíname, Señor, ¿dónde estoy... Señor?

En ese momento, la voz, respondiendo a aquel pedido desesperado, dice:

- Estás 38 grados latitud sur, 29 grados longitud oeste- Y el cielo se cierra.

- Gracias, gracias... - dice el hombre.

Pero pasada la primera alegría, piensa un ratito y se inquieta retomando su queja:

- Estoy perdido, estoy perdido...

Acaba de darse cuenta de que con saber dónde está, sigue estando perdido. Porque saber dónde estás no te dice nada respecto a dejar de estar perdido.

El cielo se abre por segunda vez:

- ¡Qué te pasa!
 - Es que en realidad no me sirve de nada saber dónde estoy, lo que yo quiero es saber a dónde voy. ¿Para qué me sirve saber dónde estoy si no sé a dónde voy? A mí lo que me tiene perdido es que no sé a dónde voy.
- Bien -dice la voz-, vas a Buenos Aires- y el cielo comienza a cerrarse otra vez.

Entonces, ya más rápidamente y antes de que el cielo termine de cerrarse, el hombre dice:

-¡Estoy perdido, Dios mío, estoy perdido, estoy desesperado...!

El cielo se abre por tercera vez:

-¡¿Y ahora qué pasa?!
- No... es que yo, sabiendo dónde estoy, y sabiendo a dónde voy, sigo estando tan perdido como antes, porque en realidad ni siquiera sé dónde está ubicado el lugar a dónde voy.

La voz le responde:

- Buenos Aires está 38 grados...
- ¡No, no, no!- exclama el hombre-. Estoy perdido, estoy perdido... ¿Sabes lo que pasa? Me doy cuenta de que ya no me alcanza con saber dónde estoy y a dónde voy; necesito saber cuál es el camino para llegar, necesito el camino.

En ese preciso instante, cae desde el cielo un pergamino atado con un lazo.

El hombre lo abre y ve un mapa marino. Arriba y a la izquierda un puntito rojo que se enciende y se apaga con un letrero que dice: “Usted está aquí”. Y abajo a la derecha un punto azul donde se lee: “Buenos Aires”.

En un tono fucsia fosforescente, el mapa muestra una ruta que tiene muchas indicaciones:
Remolino
Arrecife
Piedritas...
Y que obviamente marcan el camino a seguir para llegar a destino.

El hombre por fin se pone contento. Se arrodilla, se santigua y dice:

- Gracias, Dios mío...

Mira el mapa, pone en marcha el motor, estira la vela, observa por todos lados y dice:
- ¡Estoy perdido...! "

Pobre hombre, sigue estando perdido.
Para todos lados adonde mira sigue habiendo agua, y toda la información reunida no le sirve para nada, porque no sabe hacia dónde empezar el viaje.

En esta historia, el hombre tiene conciencia de dónde está, sabe cuál es la meta, conoce el camino que une el lugar donde está y la meta adonde va, pero le falta algo para dejar de estar perdido. Le falta saber hacia dónde. Conocer el rumbo. Necesita una brújula para determinar el rumbo. Porque sin ella no sabe hacia dónde emprender la marcha. Y la brújula señala el Norte. Y no deja de ser curioso que la dirección que la Tradición China atribuye al Agua sea justamente el Norte...

Porque rumbo y meta no son la misma cosa. La meta es el punto de llegada; el camino es cómo llegar; el rumbo es la dirección, el sentido. Y para ello necesitamos algo que nos lo señale, que nos vaya llevando.

En el Agua encontramos la orientación, el camino y la meta. Obtenemos ese conocimiento incorporado posteriormente a la Madera para iniciar el movimiento.

Cuando nos adentramos en lo profundo del agua se produce el estado de conciencia permanente “sé”: dónde voy, qué hago, que tendré todo lo necesario. En definitiva surge la certeza, la fe.

No es fácil, aunque sea simple; pero sí hay algunas indicaciones que nos pueden ayudar a encontrar lo que en términos cristianos se denominan los “talentos” que el Evangelio dice que es obligatorio hacer fructificar. Aquello que hacemos con toda facilidad y naturalidad; que llena de alegría nuestro corazón; aquello que nos gusta tanto hacer y hacemos casi sin querer.

Se manifiesta con toda claridad en la infancia y más tarde se va cubriendo de esquemas aprendidos que sirven durante un tiempo y luego no, de normas que dejaron de ser útiles...

Pongamos que de pequeños lo que más nos gustaba era cotillear... tal vez de adultas fuéramos buenos periodistas. O bordar con hilos de colores, o cocinar ricos platos, o saltar cada vez más lejos, cada vez más alto, o teníamos la capacidad natural de decir la palabra que animaba... Recuerda qué era aquello que hacías de forma natural y sin esfuerzo (y no es lo mismo que sacrificio, pero eso lo dejo a vuestra reflexión). Porque lo que “tenemos” que hacer suele coincidir con lo que nos gusta tanto hacer...! Son aquellas cosas que realizamos sin sacrificio. No en vano el Reino del Agua se agota cuando vamos contra nuestra corriente, cuando nos esforzamos tanto en lo que no nos corresponde -aunque sea con una mal entendida “buena intención”-, que nos sacrificamos y hay sacrificios que son sinónimos de suicidio, un pecado mortal del alma (en el sentido etimológico, que no católico, del término). Cuando, por ejemplo, usurpamos la actividad del otro, cuando nos apropiamos indebidamente de la responsabilidad de otro o incluso del mismo Cielo.

El simbolismo del Agua en un dojo.
En realidad da lo mismo un dojo o un templo. Lo importante es que nos referimos a un lugar sagrado, un lugar donde el hombre entra, abandonando cuerpo y espíritu, para conectar íntima y directamente con el Espíritu.

En el dojo, el umbral es lo que separa lo conformado de lo no-conformado, lo condensado de lo no condensado.

Al atravesarlo entramos en territorio sagrado y sutil, pura y clara luz... no conformado.

Al salir hacemos lo contrario. Bajamos, nos re-condensamos. Es por eso que Deshimaru decía que al entrar al dojo nos poníamos rectos como la serpiente que entra en un tubo hueco. Al salir volvíamos a serpentear. Porque al entrar en un dojo nos alineamos con el Orden y al salir volvemos al mundo conformado. Y al entrar entramos en la luz, en lo que es toda la posibilidad pues no está hecho todavía y puede ser cualquier cosa. Esto es el agua. Junto todo esto, es el agua. No solo luz, no solo, sino más allá todavía, no-conformado dentro de lo conformado.

Para acceder a las respuestas del Espíritu hay que atravesar el umbral de la materia. Y salir. Hay que disolver al entrar y concentrarse de nuevo al salir. Al atravesar la materia y entrar en su núcleo: disuelvo. Disuelvo mi ego, las expectativas, los juicios y prejuicios, el cálculo de los beneficios... Al volver de allí y salir a la realidad conformada: condenso, concentro, actualizo, realizo, imprimo, actúo sobre la realidad pequeña por el conocimiento de la Realidad.

En cada trozo de materia hay una esencia que lo habita, mantiene y alienta. Entrar en ese corazón, en ese núcleo y salir; entrar para encontrar nuestra forma concreta de hacer y salir con la voluntad de realizar lo encontrado: eso es el trabajo del agua. Por ello se habla de responsabilidad. De firmeza. De determinación.

Cuando entro en zazen, soy las posibilidades, todas. Cuando salgo mi alma, mi luz, ha elegido las que me corresponden. Y es una elección firme, responsable, dulce, suave, paciente y tenaz, cuando salgo, de llevar al mundo la elección que me corresponde según los planes del Cielo y que no son otra cosa que mi naturaleza, mi Virtud.

El monje zen al salir del dojo, ha obtenido el conocimiento de su hacer particular. El trabajo de la Madera será concretarlo en el mundo.

En un sentido hay que despersonalizarse, en otro y simultáneamente, hay que volverse muy personal. Yo soy yo y tú eres tú. Yo no estoy en el mundo para cumplir con tus expectativas, sino las del Cielo que he aceptado hacer mías. El camino del Espíritu es despersonalización, pero el “hacer” solo puede realizarse con la persona concreta. Dicen los judíos que el hombre muere cuando ha concluido lo que vino a hacer o cuando ya no hay posibilidad de que lo cumpla pues ha dado la espalda a su destino.

Me hago responsable de la forma, me hago responsable de la aquiescencia. No me corresponde determinar (aunque sí tomarme el trabajo de descubrir) cuál es mi hacer particular. Tan solo en contemplación, asiento a lo que está determinado para mí y me desentiendo de las consecuencias que el Cielo (la Vía) usará como tenga que usar. Aconseja Wanshi: “Abandonad vuestra piel, aceptad vuestra función”.

Dicen los maestros que “todo aprovecha para la Vía”. Los actos realizados de acuerdo con mi agua son entregados a la Vía, deja de ser asunto mío en qué forma se aprovechan o quien se beneficia. ¿Quién puede saber cuál es el plan del Cielo? Tan solo asumo mi parte. “Cada copo de nieve cayendo exactamente en su lugar”

El miedo es la emoción patológica del agua. Porque...¿qué sucede cuando falta la fe, la seguridad en nuestro camino o, sencillamente cuando no lo conocemos, cuando no nos hemos apropiado del mensaje de nuestra agua? Se produce el miedo. Un miedo especial que la Tradición denomina el Gran Pecado (vale decir, mejor, el Gran Error, el Gran Desatino) que se corresponde con la duda.

No la duda de la indecisión en la acción que pertenecería a la patología de otro Reino, sino la duda que proviene de la falta de fe. El problema es que la fe no es algo que podamos fabricar a voluntad con nuestro intelecto. La única forma de encontrar fe es buceando en el Agua.

No es el miedo-cautela frente a algo que puede amenazar, o lo hace realmente, nuestra supervivencia.

No es el miedo-guardián de las puertas de los templos: monstruos de aspecto fiero o dragones amenazantes que custodian la entrada a lo sagrado. No, es el miedo por falta de confianza, el miedo-inseguridad porque creo estar apoyada tan solo en mis propios pies sin saber que mis pies están sostenidos. Es el miedo de quien se siente librado a sus propias fuerzas. La alerta extrema del que piensa erróneamente que todo está bajo su control y que todo tiene que ser como él piensa que debe ser. Justamente todo lo contrario de lo que ilustran los siguientes comentarios:

Dice Dôgen: “Hay Alguien en lo que no es del orden del pensamiento. Y ese Alguien es el que me sostiene. Pero ese Alguien no tiene forma, ni color, ni sustancia”.

Y Shunryu Suzuki: “Mucha gente dice que el budismo es ateo porque no hay una idea particular de Dios. No ignoramos que hay un Absoluto pero no hablamos mucho de Ello pues sabemos que está más allá de los límites de nuestra mente”.

Y con claridad meridiana y concisa, Juana de Arco quien, al ser preguntada sobre su misión y las consecuencias de la misma, contestó: “No tengo miedo, he nacido para esto”.

Todos ellos y muchos más descubrieron Eso y, al hacerlo, su forma particular de servicio como dicen los rabinos: “Hay tantos caminos como alientos”.

Habrá que entusiasmars, habrá que entrar en nuestra agua y preguntarnoss sobre el sentido de nuestra vida y obtener una respuesta y ponernos manos a la obra, alegres, seguros, abandonados como un bebé en los brazos de su madre, como se dice que hay que abandonarse a zazen.

Más momentos de entrada al Reino del Agua:
Un grupo de druidas se pone en camino, atraviesa la oscuridad densa del bosque hasta llegar a un claro que se abre, sin obstáculos, al Cielo. Hacen ese camino para descubrir la voluntad del Cielo. Lo que los sufíes denominan el Mandato Divino y los taoístas nombran como la “naturaleza” de las cosas.

Los monjes que, cubriendo con un manto negro sus túnicas blancas, entran en el dojo o en el templo, simbolizan la forma primordial del hombre en el mundo : el agua. Cubriendo la luz con la oscuridad. Simbolizando el agua y sus secretos. Saben que entran en el agua, encuentran la luz y salen con ella, “siendo” ella para regar todo aquello que encuentre a su paso. Igual que el agua.

Cuando el hombre encuentra su destino, su función, su forma concreta de hacer, produce actos que son buenos porque lo son para él, lo son para los demás y lo son para ambos. Es solo mirando por ambos que el mundo entero florece. Y es importante tenerlo claro. Porque al regar el mundo de luz, hacemos retroceder la oscuridad. Nos apuntamos al bando del “bien”. Y en el mundo conformado, dual, hay que elegir de qué lado estamos. Que no es lo mismo estar a un lado o echarse a un lado. Ya lo dice Alejandro Sanz y lo dice bien.

Así que no hay estancamiento del agua cuando damos cumplimiento a nuestra forma concreta de hacer. No hay miedo. Y la muerte llega a su tiempo, serena y dulce, sin dolor ni miedo, cuando actuamos de acuerdo con el secreto de nuestra agua.

Por otro lado hay que saber que el agua contiene la memoria de la especie (lo que en Medicina Tradicional China denominan Energías Ancestrales) e incluso más allá. Así que hay que saber que al entrar en el agua, en la meditación, sea cual sea la forma concreta de meditar, la puerta de acceso al Agua (qi gong, zazen, oración...), se puede activar la memoria y tropezar con imágenes que pertenecen a la conciencia de la especie pero no a nuestra vida concreta aquí y ahora, no a la conciencia particular, individual. Lo digo por lo que pueda suceder y para que no nos sorprenda el aluvión de sensaciones que aparentemente no nos corresponden si se produjeran

De cualquier modo, enseñorearse del Reino del Agua, implica hacerse responsable de la misión personal (responsabilidad); sortear los obstáculos sin perder de vista el objetivo final que es la disolución en el océano de la Unidad; entregarse para que todo lo que encontremos a nuestro paso florezca; alimentar con nuestra luz descubierta, la Luz que habita en todos. Actualizar y realizar el Amor. Porque en el universo tan solo hay una fuerza: el Amor y todo lo que no es Amor es Miedo. Es el mensaje más profundo del agua, escondido dentro de la oscuridad, cubierto y protegido por la oscuridad, la materia. Es el tesoro luminoso que habita al fondo de lo bosques umbríos. El destello de Luz que anima la materia condensada. Lo que custodian los monjes cubiertos con un manto negro simbolizando la protección de la Luz. La potencialidad de la semilla. La plenitud de la Tierra. La actualización del Cielo. La alegría de darse y en ese darse encontrarse y recibirse. El regreso a la otra orilla y la eterna primavera.
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