sábado, 26 de diciembre de 2015

Importa respirar

Y aunque me ponga pastelosa aproximadamente a partir de la línea 3 o 4, tengo que dejar claro que, diga lo que diga.......



.............Vivir es que los amores se rompan y lleguen otros que también se romperán o no. Mis amores me traicionarán y hasta es posible que yo misma los traicione. En esto que llamamos vivir, sé que dañaré y seré dañada. Y que no siempre será de forma inocente ____________ 

_____________de todos modos estaré encantada de que nunca se desanuden los nudos que de verdad importan. 

Porque no lo quiero.
Porque no lo quieres. 
Porque no queremos. 

Que hablaremos de otro modo y desde otra distancia, tal vez, pero que seguiremos hablando. Porque estamos coincidiendo en este tiempo y en este espacio y no hay forma de remediarlo y parece ser que tampoco queremos.

Vivir también es que la casa esté sucia y desordenada, tener deudas, proyectos imposibles y sueños que tal vez y que llegan cuando hemos dejado de quererlos con ansia.

Vivir es que los hijos critiquen a los padres y que ellos no se atrevan a abrazarlos sin más intención y ganas que el abrazo cómplice del “viví esto hace mucho tiempo y así peleé, en pelea de gallos, con mi propio padre. Y perdió. Y no gané. Pero eso lo supe mucho más tarde”.

Vivir, sobre todo, es meter la pata y sacarla y volverla a meter en el mismo sitio como si no recordáramos que fue allí donde juramos que nunca más y lo olvidamos y por eso repetimos con cara de asombro y de cómo puede ser que otra vez.

Es sorprenderse y apostar de nuevo por lo más alto en el claro de un bosque o la cima de una montaña donde la comodidad y la plenitud se encuentran conmovidas por estar de nuevo juntas.

Soy un ser humano imperfecto acompañada de seres humanos e imperfectos (crean lo que crean y créeme, quienes me acompañan están convencidos de ser lo más de lo más) con quienes me desencuentro  y a quienes exijo ser lo que ni son ni pueden ser.



Lo más hermoso de todo es que pese a todo__________________ a muchos se nos escapa del corazón, y sin pretenderlo, una suerte de amor dulce y limpio que merece la pena vivir durante mucho más de un siglo.

Eso sí, insisto: 


jueves, 17 de diciembre de 2015

de todos modos



La gente es ilógica, irrazonable y egoista.
Ama a la gente de todos modos.
Si haces el bien, se te acusará de hacerlo con intenciones ocultas.
Haz el bien de todos modos.
Si triunfas, ganarás falsos amigos y verdaderos enemigos.
Triunfa de todos modos.
El bien que haces hoy será olvidado mañana.
Haz el bien de todos modos.
La honestidad y la franqueza te hacen vulnerable.
Se honesto y franco de todos modos.
Los más grandes hombres con las más grandes ideas pueden ser derribados por los más pequeños hombres con las mas pequeñas mentes.
Piensa en grande de todos modos.
La gente necesita realmente ayuda pero puede llegar a atacarte si los ayudas.
Ayuda a la gente de todos modos.
La gente lucha por los indefensos pero sólo sigue a los que se pueden defender.
Pelea por los indefensos de todos modos.
Lo que cuesta años construir, se puede destruir en una noche.
Construye de todos modos.
Da al mundo lo mejor de ti y el mundo te lanzará un puntapié.
Da lo mejor de ti de todos modos.

de El buda curioso (Traducción suya, del buda curioso, quiero decir, de Los mandamientos paradójicos, de Dr. Kent M. Keith

Me recordó lo que se dice en la ceremonia de ordenación; eso de "no hay nada que pueda ser matado pero de todos modos, no mates; no hay nada que pueda ser dañado pero de todos modos, no dañes..." ................. pues eso.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Zen es zazen, no?

La postura.-
Todo el mundo llega con una pregunta: “¿Qué hay que hacer?”. El zen es fundamentalmente una práctica. La práctica constante y paciente de una postura que cualquier practicante de zazen es capaz de describir en todos sus detalles. Al menos en esta parte del planeta zen.

Bien, uno escucha atentamente las indicaciones y, esperanzado, se dice a sí mismo que no parece complicado, lo cual en principio resulta sorprendente, porque si hay alguna idea comúnmente aceptada con respecto al zen es que es duro. Pero la postura no es complicada: coges un cojín bien duro, suele ser redondo y se llama zafu, te sientas a lo indio sobre él, mejor en medio loto que solamente con las piernas cruzadas, bajas las rodillas hasta que toquen el suelo, pero bien tocado, más bien como que caigan a plomo y aprieten bien la tierra. A continuación tiras de la pelvis hacia delante como queriendo sacar culo, lo que se dice “culo de pollo”. En cuanto a la cabeza, tiras de ella hacia arriba, dicen que como si quisieras tocar el cielo con ella, con lo que conseguirás estar tieso como un ajo y, a estas alturas, la espalda estará estirada y recta que es de lo que se trata. Ya sólo faltan las manos y la conciencia. Lo de las manos es fácil de hacer y difícil de explicar, pero aproximadamente es así: con los brazos caídos a lo largo del cuerpo pero un poco despegados, se apoya el dorso de la mano derecha sobre el muslo, o el regazo, con lo cual queda hacia arriba, como mirando al techo; entonces pones la mano izquierda reposando sobre la derecha, pero claro, sobran los dos dedos gordos como te habrás dado cuenta si sobre la marcha estás siguiendo las instrucciones. ¡Tenemos solución para ello!: les ponemos uno frente a otro, pegaditos por la puntita superior de la uña o la puntita de las yemas. ¡Listo! Tienes la postura física, corporal. Y...

La cuestión de la conciencia es delicada, sobre todo porque normalmente se entiende mal. Esta es otra de las fotos fijas que uno tiene en la cabeza. Parece que en este tipo de técnicas uno tiene que quedarse en blanco, o sea, no pensar en nada. Pero como hasta en esto tienen que hacerse los originales, pues tampoco es así. Lo más sencillo que puedes escuchar a este respecto es que dejes surgir y pasar los pensamientos, lo más complicado será que pienses con el cuerpo. De todos modos, lo problemático es entender qué cosa quieren decir con eso. Parece que se trata de no quedarse con el primer pensamiento que a uno se le ocurra y seguirlo y seguirlo y reflexionar y reflexionar, cavilar y cavilar.  Así que esa tontería que igual hasta te dice el más parlanchín de que la postura, como es la de buda, ya es en sí misma la iluminación, pues no, porque tú te pones, haces todo lo que te dicen y… ¡un chasco! porque de iluminación nada de nada. Cuestión distinta es que si uno sigue y sigue -bruto- la iluminación le caiga encima y con un poco de mala suerte hasta le sienta mal, que de todo hay. Pero es que es como todas las cosas: que no son la purga de benito, para qué nos vamos a engañar!. Y en eso la verdad es que no engañan. Ya desde el principio dicen que zazen es una práctica.

Y en cuanto a la respiración pues se respira preferiblemente con el abdomen, o sea, que sea el abdomen el que se infla y se desinfla. Hay que seguir la respiración, no hay que forzarla para que sea más profunda o más larga o más lo que sea. Simplemente hay que dejar que sea como es y observarla de la misma forma en que nos damos cuenta de los latidos del corazón. No intentamos que vayan más deprisa o más despacio, les sentimos, les notamos. Punto. Y curiosamente esto que puede parecer un aburrimiento, según se va practicando se le va encontrando la gracia y termina siendo una delicia. Claro que hay que tener un poco de paciencia con uno mismo porque enseguida y a pesar de nuestras buenas intenciones, la cabeza se nos dispara y se pone a pensar en cualquier cosa. No importa: volvemos a mirar nuestra respiración. Porque en la sentada zen no se hace mucho más que dejarse estar. Es como lo que decían al principio de “Doctor en Alaska”: “sin nada más que tiempo para estar”, con lo que sea que sucede, que puede ser agradable o desagradable: “¡Ah, qué bien me encuentro! ¡Ah, como me duelen las rodillas! ¿Qué demonios hago yo aquí sentada como una tonta?”... pues eso: estar, ser. Lo sientes, lo dejas pasar, aparece otro pensamiento: lo miras, lo dejas pasar. No aferrarse, no seguir los pensamientos, los sentimientos, las emociones, las sensaciones... nada. El resto de cosas que vayan sucediendo, cómo el zazen cambia nuestra vida o muchas de nuestras actitudes... eso ya es cosa de cada cual, cada uno experimenta todo el registro de experiencias humanas, pero eso es un asunto íntimo. Una vez una maestra dijo: “zazen es volverse íntimo con uno mismo”. Pues eso.

El maestro.-
Un maestro zen no es un facilitador de crecimiento personal, no procura que su discípulo crezca como persona. Si eso sucede como resultado de la práctica, y sucederá sin ninguna duda, ¡genial!, pero no es el objetivo. El maestro zen no pretende nuestro bienestar sino nuestra percepción de la Realidad. Son dos cosas distintas aunque, finalmente una cosa lleve a la otra.

No es un amigo espiritual aunque pueda tener para el discípulo, emocionalmente, ciertas características propias de lo que los celtas denominaban un amigo del alma, aquel con quien nos unen lazos difícilmente explicables y muy fácil y claramente sentidos, personas cuyas almas ven las nuestras y nosotros las suyas más allá de las palabras en un comunicación que en el planeta zen se denomina i shin den shin (de corazón a corazón).

No es un terapeuta aunque conozca mucho de los sufrimientos del hombre, sus causas y sus soluciones. Pero su labor no es la construcción del “yo” como suele ser la de la mayoría de los terapeutas, sino su trascendencia. Si tenemos un ego sanamente construido al cual poder trascender, que no aniquilar, no es asunto suyo, sino nuestro.

Ni tampoco es alguien destinado a consolarnos en los momentos difíciles de desesperanza y sufrimiento, incluso se podría decir todo lo contrario, en la noche oscura del alma tal vez no nos consuele sino que nos espolee más sabiendo que es un momento crucial en el camino. Esto sería la Gran Compasión de la que habla el budismo y el zen en concreto, pero desde luego a la víctima de ese sufrimiento le parecerá cualquier cosa menos compasivo.

No es un interlocutor válido para filosofar sobre las cosas de la vida y la muerte, aunque esté perfectamente capacitado para hacerlo, puesto que no le da mucha, o más bien ninguna, importancia a las palabras. Sus métodos tienen más que ver con el estilo de educación y transmisión del conocimiento del pueblo japonés, quizás porque la esencia del zen, no hay que olvidarse, de momento y hasta que se produzca la plena integración con la cultura occidental, es japonesa.

¿Qué es entonces un maestro zen?. Posiblemente se acerque más a un educador que a cualquier otra cosa. Porque el zen en definitiva es una educación. No es un aspecto en el que se haga demasiado hincapié pero el zen educa el cuerpo y el espíritu y lo hace fundamentalmente a través del cuerpo que en definitiva es cuanto tenemos para manejarnos en esta vida. Es un educador del comportamiento esperando que ese comportamiento termine permeando hacia la conciencia.

Y dentro del planeta zen el maestro o la maestra es absolutamente necesario. Y es una cuestión muy delicada. Prácticamente en ningún sendero espiritual, en ninguna escuela de meditación se puede prescindir del maestro. Fundamentalmente porque cuando uno se adentra en el territorio espiritual, entra en auténtico territorrio comanche, desconocido, radicalmente distinto del mundo al que estamos acostumbrados donde las cosas se ven y se palpan. No es igual al mundo físico aunque esté absolutamente imbricado con él y no haya forma de separar uno de otro. Es un terreno en el que el principiante tiene poca o ninguna experiencia y, sobre todo, está lleno de peligros y espejismos.

La meta de todo camino espiritual y el zen no es una excepción, es la trascendencia del ego. El maestro es la persona que conduce al practicante a través de todo el proceso. ¿Uno puede hacerlo solo?. Seguramente sí, pero excepcionalmente. Así que en este como en todos los viajes es mejor cubrirse las espaldas. Tener un maestro es más eficaz y más seguro. El maestro pone nombres a las cosas que nos suceden, despeja dudas, ataja las tan comunes ilusiones de iluminación o avance, proporciona métodos y técnicas, consuela en los peores momentos, nos empuja más allá de nosotros mismos sin dudar, sin falsa compasión.

Un maestro dijo: “Es necesario tener un maestro, aunque el mejor maestro sea la vida, no hay maestro más severo que ella. La vida hace lo que tiene que hacer, no piensa ni valora, ni compara. No calcula”. Lo único malo de tener como maestra a la vida es que las interpretaciones corren de nuestra cuenta y las interpretaciones las hacemos a través de nuestro ego del cual no nos podemos fiar completamente.

Lo normal es tener una idea del maestro como alguien dulce y compasivo que sostiene nuestras dudas y dolores. Pero el maestro zen no es exactamente de esa forma. Si tiene alguna característica es que actúa como un bisturí: rápido y tajante. No es alguien que disculpe nuestros errores, ni siquiera los más pequeños. Nombrará las cosas por su nombre verdadero. Lo que es una tontería es una tontería. Lo que es correcto es correcto. Y esta es una de las dificultades, porque en un maestro zen no se encuentra un amigo espiritual, ni un compañero. No es una relación de amistad aunque puede haberla. Es muy importante tener claro esto. A la hora de buscar un maestro hay que saber qué buscamos. Nuestro maestro de matemáticas no tiene por qué ser nuestro amigo y nuestro maestro espiritual tampoco.

La labor del maestro zen es señalar la técnica que nos permita la percepción de la Realidad y no permitir que nos apartemos de ella. Utilizará más el “no es éso” que el: “éso es”, el “neti-neti” de Nagarjuna (ni esto ni aquello) lo cual puede llegar a ser desesperante puesto que cualquier cosa, sensación o experiencia en la que pretendamos apoyarnos será negada no tanto por la validez de la experiencia en sí como por el alimento que para el ego supone. Habrá momentos y muchos en los que sintamos una especie de vértigo: si no es éso, ni éso, ni éso, ¿qué es?. Necesitamos poner etiquetas a las cosas y el zen no nos permite hacer éso. Va más allá de las etiquetas puesto que entiende que al poner un nombre a las cosas ya nos hemos separado de la realidad, hemos introducido una brecha por pequeña que sea. Es fácil entender esto conceptualmente, pero vivirlo es otra cosa, vivirlo supone prácticamente “vivir sin cabeza” que es justo lo que estamos más acostumbrados a valorar.

Por todo ello el maestro zen puede resultar, aunque no necesariamente, especialmente brusco y duro. No hay que dejarse engañar por éso. Hay que recordar permanentemente que nuestro objetivo en el zen no es encontrar amigos sino encontrar un guía eficaz que nos lleve a la percepción de la Realidad. La felicidad o infelicidad derivada de nuestros descubrimientos personales al poner en práctica los métodos y técnicas, son cosa nuestra y para nuestro disfrute y el de todos los que nos rodean.

El zen es la enseñanza de la aceptación del proceso de vivir y experimentar. Y por lo tanto se refiere a todos los aspectos de la vida. Hay un aspecto del zen que suele pasarse por alto: el zen es una educación. Una educación para vivir. En el dojo todo está normalizado, hay formas exactas de hacer las cosas, todas, desde entrar con el pie izquierdo hasta la manera de colocar el cojín (zafu) con la cinta blanca hacia la pared. No hay nada que no tenga una forma estricta, ésa y no otra, de hacer las cosas en el dojo. Lo cual permite dos cosas bien distintas y paradójicas: por un lado la concentración en los gestos, movimientos de cada parte del cuerpo y los desplazamientos y por otro lado permite la liberación de la mente respecto a la toma de decisiones sobre qué hacer en cada momento. Ni siquiera hay por qué elegir el lugar donde uno se va a sentar a meditar en el dojo: también está previsto. Así que no hay peleas, no hay elección de lugar. El maestro tiene su lugar, el godo tiene el suyo, los monjes antiguos el suyo, los principiantes...

En las iniciaciones se dan unas pocas instrucciones básicas sobre cómo comportarse dentro del dojo y durante la meditación, pero en el planeta zen no se cuenta todo, ni mucho menos, así que hay momentos en los que uno lo hace mal y se gana una bronca. Aquí funciona la norma de que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento y gran parte de las normas y formas se irán aprendiendo y comprendiendo casi por ciencia infusa, por intuición o, como dicen los maestros, siguiendo el orden cósmico y que desde luego uno no sabe qué cosa puede ser éso.

El maestro zen actúa como un espejo de nuestro espíritu, devolviéndonos la imagen de todas nuestras neurosis, temores, anhelos y esperanzas. Sin piedad. Como ser humano seguramente no sea perfecto, pero está desnudo y permanece desnudo, es un hombre o una mujer que han bajado sus defensas, se conocen, se admiten y han abandonado las máscaras con las que los humanos solemos protegernos. Idealmente no existen ya en ellos ninguno de los mecanismos de defensa que normalmente usamos. Son lo que son y con su actitud nos invitan a permitirnos ser nosotros mismos sin temor. Transparentes. No hay un ego ni un nada que proteger y cuidar.

Las respuestas de un maestro zen se caen de puro y aplastante sentido común. 

Lo malo de todo esto es que no hay maestros zen por las esquinas, en realidad hay poco donde elegir y suele pillarnos lejos de nuestra casa, así que hay que contentarse con acudir a las sesshines que los dojos organizan con el maestro al que estén adscritos y en esos días de intensa concentración procurar dejarse empapar de su enseñanza. Si uno quiere más desde luego puede irse a vivir con él pero es algo que suele estar fuera de nuestro alcance. Y del cualquier forma el compromiso con el zen generalmente no alcanza esa profundidad.

Mushotoku.-
En términos generales cuando uno aterriza en un dojo zen lo hace para obtener algo para sí mismo ya sea fuerza, poder, poderes mágicos o amigos, tal vez bienestar físico o psíquico. Uno no calcula que le puedan decir que zazen no se hace para uno mismo, ni para obtener nada. Si no hay un ego real ¿quién podría obtener algo? ¿para quién podrían ser los beneficios?. Cuando uno practica zazen lo hace por una razón idiota: porque sí. Es lo que llaman mushotoku, sin beneficio ni no beneficio. Uno se levanta por la mañana y va al dojo.

Un maestro decía que para lo único que sirve el ego es para tener la voluntad de levantarse pronto por la mañana y, así caigan chuzos de punta, ir al dojo, dejar la ropa de la calle, vestir el kimono negro y entrar a practicar zazen. No tiene sentido pensar yo soy mejor que ése que se queda en la cama calentito durmiendo porque yo medito, yo voy al dojo. No tiene sentido. Tú vas y éso es independiente de lo que otro pueda decidir hacer o no hacer. No hay comparación, no hay mejor o peor, es solo que tú vas porque vas. Tener el sentimiento de ser mejor, o más especial o más avanzado en el camino espiritual es más alimento para el ego. No tiene sentido. Y esto, como tantas otras cosas, que conceptualmente se entienden bien, tiene el problema de sentirlo con todo el cuerpo, saberlo más allá de palabras o conceptos, con toda certeza, se podría decir que se sabe sin saber que se sabe, inconscientemente. Igual que sé que respiro y no a cada respiración tengo en mi cabeza el proceso, es simplemente que yo funciono respirando. Sucede que esta actitud no es algo que uno elija sentir o poseer, es algo que sucede o no sucede y para que suceda hay que ejercitarse y entrenarse.

Así que si uno no va al dojo en forma mushotoku, no importa, sólo hay que ir. Lo demás vendrá por sí mismo. Así que si uno no se sienta en la forma adecuada y correcta, con el espíritu correcto, no importa, solamente uno lo sigue intentando, dejando que la naturaleza y el zazen o la meditación hagan el resto.

La educación.-
No  hay que olvidar, aunque no se diga a menudo, que el zen es una educación. Y una educación estricta para más señas. La educación del espíritu por medio del cuerpo. Si bien fuera del dojo uno puede hacer lo que le venga en gana, una vez que ha traspasado el umbral del dojo, todo, absolutamente todo está normalizado y no son precisamente flojos en lo que respecta a la transgresión de las reglas. Si uno mete la pata y habla en el dojo, nadie le recordará amablemente que no se debe hablar, sino que a uno le caerá una bronca de padre y muy señor mío. Y será francamente desagradable porque los habitantes del planeta zen son duros.
Y la mayoría de las veces no hay una explicación verbal de nada, en general se tratará de una sola frase del estilo de ¡silencio! O ¡no moverse!  Que le dejará a uno patitieso y,  éso sí, quieto como una roca.
La explicación habitual suele ser que se trata de romper el ego y al ego no se le rompe tratándolo en su mismo terreno.

Las críticas.-
Cuando uno encuentra el zen, en términos generales se da cuenta de que ha encontrado un tesoro. Cuando avanza en el camino del zen se da cuenta de que ha entrado en una iglesia con todo lo que tiene de organización humana piramidal y conflictiva.

De lo que se dice en las iniciaciones a lo que luego es en realidad hay una diferencia grande. En principio se dice que zen es zazen y zazen es la postura. Aparentemente si uno va al dojo, se sienta en la postura indicada con la actitud de espíritu indicada y la respiración indicada, éso es zen. Pero no es verdad del todo. Tal vez sea el eslogan, la propaganda que impacta, la publicidad que engancha. Cuando uno ya lleva un tiempo sentándose en un dojo se da cuenta de que hay mucho más detrás de la apariencia simple de la práctica de zazen. Casi lo primero que uno se encuentra es el samu, el trabajo manual y que suele centrarse en la limpieza y mantenimiento del dojo pero que también se refiere a todo tipo de trabajos alrededor del dojo: enseñanza, traducciones, publicidad, organización de sesshines... Aunque no se nombra en las iniciaciones ni aparece descrito en la famosísima frase de Deshimaru, el samu es una parte importante en el planeta zen. Y la sorpresa que se pinta en el rostro de algunos principiantes cuando se entera de que tiene que hacer trabajo doméstico es digna de ser vista. Y digo de algunos porque la mayoría de los principiantes a esas alturas de práctica están todavía lo suficientemente impactados por la joya que acaban de encontrar que admiten casi todo lo que les echen sin más ni más. Y no es que el samu sea malo, ni mucho menos, es que de éso no habíamos hablado. O sea que hay un momento, y habrá muchos más en el que zen deja de ser zazen, como habíamos quedado, y pasa a ser además samu.

Más adelante uno se entera de que hay periodos de tiempo repartidos en el año dedicados a la práctica intensiva de la meditación. Se llaman sesshines y hay que ir. Sigue sin ser obligatorio. Pero hay que ir. Y hay un momento en el que la exigencia es de ir a todas.

En el zen no hay nada obligatorio, es cierto, pero entonces te harán sentir con toda claridad que no estás practicando zazen sino cualquier otra cosa y éso puede terminar siendo un tanto desagradable y conduce a muchas dudas espirituales.

El problema es que crees que ya está cuando encuentras zazen y te sientas y meditas y punto y pelota, pero no, no está. O entras en la iglesia y acatas lo que hay o no es zen, no me digas por qué, pero no es zen. Y aunque se diga que el zen está desprovisto de todo tipo de folclore, no es cierto, lo tiene y mucho. Desde la vestimenta a los rituales, desde el lenguaje al estilo, todo es un añadido a la meditación pura y dura que primero te venden.

En definitiva para hacer zen uno no se puede inhibir del samu, de los instrumentos, de los rituales, de las sesshines, de los kimonos, de las ordenaciones, del kesa o del rakusu, ni del budismo. Lo normal es que no sea obligatorio, pero no es menos cierto que será considerado miembro de segunda o tercera categoría o ni siquiera miembro.  Uno no se puede inhibir de la organización humana.

Es una contradicción. Supuestamente el zen proporciona una práctica de meditación que conduce al practicante hasta la comprensión no personal de la realidad. Y esa práctica de meditación en principio parece que requiere el único requisito de sentarse en esa postura y observar la respiración.

De cualquier forma el problema no es que las normas sean rígidas e indiscutibles, éso se puede asumir. El problema es la dureza con la que se imponen. El problema es la falta de dulzura, de suavidad, de paciencia, de respeto al proceso interno de cada quién.

Lo que no se entiende es que el zen es una iglesia, que tiene sus rituales, su lenguaje propio, su formas y maneras, sus autoridades. Y no se entiende porque no se dice. Porque la propaganda zen, al menos aquí en occidente insiste en diferenciarse claramente del resto de iglesias y religiones. No es cierto. El zen no es sencillamente zazen. Es mucho más. Y hay que saberlo porque de la misma manera que los jesuitas adoctrinan a sus discípulos, el zen adoctrina a los suyos. Hay una forma de ser jesuítica que casi cualquiera detecta y hay una forma de ser zen que se huele a kilómetros de distancia. ¿Qué tiene éso que ver con la percepción de la realidad tal cual es?. Posiblemente sean los primeros pasos en una educación que conduce al despertar. Posiblemente, y sin embargo en los últimos tiempos el asunto del zen, a mí, me suena a secta, a comedura de tarro, a lavado de cerebro.

¿Es tan difícil ofrecer un lugar donde recogerse con el único requisito de mantener el silencio y una postura determinada?. Y después, si surge el debate y la discusión pues se debate y se discute y se va aprendiendo junto con los otros, durante la discusión, cuestiones sobre la responsbilidad o lo que sea que sea. Echo de menos un lugar donde no me aleccionen, donde no me digan cómo se tiene que ser o qué hay que pensar. Primero pensé que lo había encontrado en el zen porque siempre me recomendaban que cualquier cosa la contrastara con mi experiencia, pero luego hay demasiados requisitos, demasiadas cosas que hacer, demasiados mandatos que obedecer.

La responsabilidad.-
Yo soy yo y tú eres tú. Yo no estoy en el mundo para cumplir tus expectativas y tú no estás en el mundo para cumplir las mías. Esto es parte de una oración que los terapeutas gestalt y sus pacientes recitan al inicio de la sesión de terapia. En el zen esa visión de la responsabilidad sobre el propio mundo y las propias acciones, sentimientos, sensaciones, pensamientos, es la misma. Yo soy yo y tú eres tú. Lo que uno hace es cosa de uno. Habitualmente uno está muy acostumbrado y resulta muy cómodo echar balones fuera. He hecho esto porque... mil y una razones, mil y una explicaciones y causas. Y puede ser cierto, pero eso no nos aleja de nuestra responsabilidad sobre lo hecho o lo dicho. Ni nos exime del pago de las consecuencias. Porque en eso la vida es terca como una mula y dentro del mundo zen sucede exactamente lo mismo. Nadie vendrá a echarte una mano para ayudarte con tus responsabilidades, al que le toca le toca, parece que vienen a decir, así que carga con tu parte que yo cargo con la mía y el mundo rodará perfectamente sincronizado y armónico.

En esto se diferencian claramente de casi cualquier otra religión excepto, quizás la tradición chamánica. No pretenden ser buenos, sencillamente pretenden hacer la parte que les corresponde. El maestro no será nada más que maestro y el responsable de la cocina exclusivamente se ocupará de su cocina y le importará muy poco si el altar está hermosamente colocado en la forma que debe estarlo. Pase lo que pase él no sacará tiempo de ninguna parte para echar una mano al responsable del altar que se supone que es lo suficientemente capaz de mantenerlo en orden. Si se lo piden y decide hacerlo lo hará y puesto que nace de una decisión propia no esperará de ninguna manera que nadie se lo agradezca ni aceptará tampoco ningún tipo de chantaje emocional en el caso de que haya decidido hacer caso omiso de la solicitud de ayuda.

Sucede que esta forma de hacer y comportarse puede conducir con mucha probabilidad a una forma de ser y de actuar rígida y seca. Muchos sinceros practicantes de zen han cancelado su vinculación con el mundo zen justamente porque finalmente sentían que había poco calor, que la nombradísima compasión del zen era poco compasiva, poco cálida y muy poco alegre.

La alegría.-
Cuando se ha tomado contacto aunque solamente sea de forma momentánea con algo trascendente, cuando uno por un instante se ha situado en un plano más elevado de conciencia y de funcionamiento, se ha podido dar cuenta de que la emoción básica, el estado básico era de gozo, de alegría. Todos los místicos de todas las religiones en los momentos de éxtasis y de contacto con lo absoluto, han exclamado de alegría, aleluya, risa, ligereza. A pregunta de una periodista sobre lo mal que está el mundo, Maharisi contestó: “En su mundo no lo sé, en el mío todo está bien”. En el camino espiritual muchas veces la impresión es de que todo está mal y solo yo estoy bien. Todos están locos y solo yo poseo la verdad sobre cómo deberían de ser las cosas. En consecuencia muchos practicantes se vuelven intolerantes, sectarios, intentan imponer sus criterios, por otra parte tan personales como los de cualquier otro. Es necesario sacudirse esa sensación del cuerpo. Se hace necesario no olvidar que  hay mil formas de hacer las cosas y que no existe el patrón de lo correcto o lo incorrecto, que lo adecuado o no adecuado cambia permanentemente y que en la trama del universo no podemos saber qué es lo que se debe hacer. Todos respondemos a las situaciones en función de nuestra propia historia personal pasada y de nuestras expectativas sobre el futuro, de la forma en que nos mezclamos con el ambiente y las personas, de nuestros miedos. Y si eso es así para mí también lo es para los demás. Hay un perdón para cada uno, una oportunidad para todos, un pago de consecuencias del que no es posible escapar ni yo ni los otros. Y en esta historia en la que todos  estamos embarcados es mejor comprendernos los unos a los otros, disculparnos los unos a los otros y esperar un día más por ver si las cosas cambian.
           

viernes, 23 de octubre de 2015

Sólo es un cuento

Lo que sigue a continuación lo quiero compartir. Simple. En parte corresponde a cosas que sucedieron y en parte es un invento. Sea como sea, quería contarlo como un cuento en noche de invierno y fuego que es mi entorno más querido. 

Y porque cuando un punto sale a caminar suele convertirse en una línea.



El monje volvió a su ciudad y abrió un dojo. Lo pintó de blanco, enmoquetó el suelo, puso un altar en el centro de la pequeña habitación con su incienso, sus velas, su buda, su foto del maestro sentado en la postura, tan antigua como el mundo, de la meditación. A los lados colocó la campana grande, el tambor de madera con forma de pez. Caligrafió el roble con el que, golpeándolo, se llama al zazen tradicionalmente. Lo colgó en el gaitán, la pequeña antesala del dojo donde los monjes, y también los no monjes, cambian su ropa de calle por otra más apropiada para la meditación... lo hermoseó todo y se sentó a esperar.

Primero fueron sus amigos quienes probaron la vieja técnica con la que el hombre roza su espíritu. Más tarde aparecieron los amigos de los amigos, después llegaron algunos que ni siquiera se sabía de dónde venían, tal vez era solo que habían oído campanas... El dojo floreció: había cristianos, izquierdistas, esotéricos, gente de ninguna parte y gente que buscaba un poco de paz para sus almas inquietas o enfermas.

El monje enseñaba las cosas del zen. Y transcurrió un tiempo glorioso.

Un día la mujer del monje se enamoró de otro hombre y quiso separarse de él. Y poco tiempo después el monje se quedó sin trabajo también y entonces la vida entera se le puso difícil y el dojo, como contagiado de su desánimo, se fue desflecando. De vez en cuando, se sacudía un poco, se estremecía, como queriendo recuperar fuerzas o algo de vida. Pero estaba, ya, tocado por el dedo blanquecino y blando de la tristeza.

El monje intentó rehacer su vida y su corazón dolorido con una mujer que por aquellos entonces comenzó a practicar zazen en el dojo. La mujer pidió ser ordenada como monja. Tenía una firme decisión de andar el espíritu hasta donde la condujera. Pero el monje, a aquellas alturas de su vida, ya solamente quería descansar y se había sentado en una piedra al lado del camino. La monja tiraba de él, él se afincaba en la piedra. La monja le señalaba sus miedos como quien señala la luna. El monje estaba tan cansado que había dejado de querer mirar, ni de cerca ni de lejos, las honduras de su corazón. En realidad solo quería dejar de mirar y así se le fueron quedando los ojos: obscuros y lejanos hasta que casi desaparecieron. Terminaron rompiendo su relación de amor y la monja se quedó sola con su apuesta y un amor hecho pedazos. Y el monje encontró otra mujer más. Una mujer con nariz de bruja y olfato de buitre. Pequeña pero poderosa como la noche.

Una tarde de invierno, casi a punto de asomar la primavera, el monje dijo: “Este dojo se cierra, ya no es un dojo del buda, aquí solamente quedan demonios, solo hay pescado podrido con el que no se podría ni tan siquiera hacer una mala sopa”. Eso dijo.

Los pocos que quedaban en el dojo sintiéndose ofendidos y sopa podrida se fueron. Todos menos la monja. 
Pasó el tiempo. Mañanas de zazen inquieto en primavera. 
Pasó el verano ardiente. Llegó el otoño nostálgico. 
Las nubecillas de incienso se helaron durante el invierno. Y la monja se fue arrebujando bajo su kesa, se fue quedando pequeña bajo su kesa. Apenas le quedaba otra vida que no fueran las mañanas de meditación con su, en otro tiempo, compañero enamorado y un trabajo que solamente le servía para comer. Escasamente el kesa y su voluntad le proporcionaba el aliento suficiente para llegar al siguiente campo de invierno y respirar el mismo aire que su maestro por ver si conseguía reunir ilusión, por si la vida volvía a ser mágica. Y solo por ello y sus votos, continuaba una práctica peor que solitaria.

Tal vez fuera por eso, tal vez por la fuerza de la meditación, o tal vez porque era el tiempo, sucedió que su historia más antigua y más escondida, fue subiendo a la superficie como las burbujas de un gas viejo y maloliente hasta que sintió que se ahogaba. Entendió que no podía seguir más ella sola y en aquel campo de invierno solicitó una entrevista con su maestro.

Pasó la noche entera intentando dar forma a una pregunta. Haciendo con sus sensaciones, sus pensamientos y necesidades una interrogación compacta, cargada de todo lo que roía su corazón. Hizo un trabajo de fina artesanía, como destilar orujo o pulir jade. Buscó palabras que señalaran sus anhelos, sonidos que dibujaran en el aire su angustia. Ensayó timbres de voz y movimientos del cuerpo que mostraran, sin lugar a dudas, su soledad. Pero al amanecer todavía no había conseguido ni una sola pregunta que no llevara cosida en su forro la respuesta.

Los tambores que todos los días saludaban la mañana, batían con ritmo de corazón caliente o de sangre espesa. El corredor que daba la vuelta al Templo estaba vacío, silencioso, venteado. La monja lo recorrió con paso ligero y todos los músculos de su cuerpo tensos. Ante la puerta de la habitación del maestro una mano sutil apretó su garganta hasta hacerla jadear. Juntó toda su determinación en el puño con el que golpeó la puerta avisando de su llegada y sin esperar respuesta, la empujó. Su maestro estaba allí, sentado con toda la sabiduría que la monja le suponía y con algo más que al principio no supo definir y más tarde le llamó cansancio. Se inclinó ante él, las manos unidas a la altura de su corazón. El maestro sonrió y le devolvió el saludo.

¿Qué es?, preguntó el maestro.
Y un torrente impetuoso inundó el pensamiento de la monja, tan turbulento que era agua sin forma, barullo, silencio salvaje pugnando por convertirse algo parecido a las palabras. El alma se le apelotonó en un instante ante la puerta de su boca empujando para salir aunque fuera hecha hilillos. Y balbuceó apenas porque su cuerpo se negaba a conseguir otra cosa más definida por más que su voluntad quisiera, ordenara, amenazara. Así que se echó a llorar que es lo único que se puede hacer con la impotencia: llorarla.

Ssssss, calmó el maestro, nada es tan importante. Cambiará, seguro. Y comenzó a
preparar un algo con agua y hierbas en un pequeño brasero, concediéndole tiempo al tiempo para que su discípula se tranquilizará y recuperara el control de sus emociones. Cuando la infusión humeó la sirvió en un pequeño cuenco del color del barro y se la ofreció cuidadosamente con ambas manos. Cuenco sobre cuenco. La monja la aceptó agradecida y sorbió un poco. El maestro sorbió de la suya.

Estoy cansada, atinó a decir al fin.

Y tienes miedo. Sí, la Vía es simple pero no es fácil. Para andarla se necesita fe y constancia, solo eso. A veces se vuelve abrupta, a veces es un camino sobre hierba fresca. En el fondo no es más que andar, sea en la forma que sea, no hay diferencia en el hecho de andar, siempre es poner un pie delante de otro y se avanza, inevitablemente. Es la Ley. Y su mirada planeó sobre los ojos bajos de la monja que se empapaba de consuelo. Añadió con dulzura: ¿Te sientes sola?.

Estoy, remarcó, sola.
Así estás. ¿Cuál es la pregunta?, desbaratando el maestro por completo la mente de la monja. Seguía sin haber una pregunta digna que hacer. El ovillo como hecho de pelos que residía en su estómago desde hacía meses se hizo más grande y más seco y más enmarañado.

Sácame de aquí”, musitó al fin, sintiéndose hundida en el fondo de un oscuro pozo ponzoñoso. Estaba traicionando, y lo sabía, toda la educación zen recibida. Pero podía más, mucho más, el deseo de escapar de aquel hoyo viscoso. Pensó que el maestro se reiría de ella, que la diría cualquier frase absurda que ella se llevaría de allí para masticar y masticar durante horas y días. Pero sorprendentemente el maestro solo comentó:

Eso duele... más de lo que puedas imaginar”
Sácame de aquí”, insistió la monja, atisbando aliviada una mágica posibilidad de salir de aquel terrible lugar en su conciencia.
Si comienza no hay vuelta atrás y te puedo asegurar que vas a desear con cada fibra de tu cuerpo no haber empezado

Sácame de aquí”, suplicó, terca, en un torbellino de angustia porque sentía cómo la rozaba la locura y se estremecía de terror.

El maestro bajó la cabeza como reflexionando y luego la miró calculando su resistencia. Al poco pareció que se decidía y le advirtió: “Sea lo que sea que suceda no te apartes de ello. Sea cual sea el dolor que sientas no te retires. No te retires de nada de cuanto suceda. Cuando se vuelva tan difícil que creas que no puedes soportarlo, tan solo apóyate en mí. Yo haré lo que sea necesario. Recuerda que la única dirección posible es hacia delante. Que ni se te ocurra detenerte o espantarlo

La monja asentía con cierta urgencia.

Dime cuando estás preparada”. Y él mismo se puso en pie, dejando a continuación caer todo su cuerpo sobre las rodillas levemente flexionadas. Abrazó el aire con sus brazos como quien se amarra a un árbol y volvió las manos hacia el cielo. Le pidió su aprobación con los ojos.

La monja inclinó la cabeza. Desde luego que no estaba preparada, desde luego que no sabía qué debía hacer, pero toda ella, con violencia, necesitaba resolver aquel gran asunto.
El maestro entró en sus propias profundidades hasta alcanzar el lugar donde se remansa el espíritu, y entonó un sutra ronco que parecía nacido de las raíces de la tierra. Una hermosura de sonido simple que disolvió por un instante el tormento del corazón de la monja. Más hondo, más obscuro, más abismal, conduciéndola a un lugar protegido, blando, tibio, algo parecido a un útero, en el que se sintió a salvo. De pronto el maestro detuvo su voz un instante, apartó el aire de un manotazo y ordenó: “Tráeme tus muertos”.

Un rayo oscuro desordenó la reciente calma. Oyó algo parecido a un galope de caballos negros y el terror rompió contra su conciencia como una ola furiosa, pánico sin forma, pánico en estado puro, una sensación de ser culpable para siempre, sin redención posible. Se sintió aplastada por el peso del mundo, y ella estaba debajo de toneladas y toneladas de nada, una nada compacta y sólida como un planeta. Ningún lugar donde esconderse, ningún lugar a dónde ir, ninguna forma de dejar de ser. Y por todos los dioses, supo, que dejar de ser era lo único que anhelaba desesperadamente. No haber sido nunca o no serlo más. Pero se perseguía a sí misma en cada centímetro de distancia que intentaba poner entre ella y ella.
Durante el inicio de aquella batalla el maestro pronunciaba sin voz, articulaba en silencio, lo que supuso, con la escasa racionalidad que conservaba, que pudieran ser conjuros, o hechizos o encantamientos, más como un chamán que como un monje.

Al rato se peleaba con el viento, atraía enemigos, les rechazaba, se esforzaba, sudaba. Ella seguía paralizada por la terrible sensación de haberle pedido que desatara una fuerza más grande que cualquier cosa y que había estado anudada desde antes de que el tiempo tuviera memoria. Quiso detenerlo pero recordó a tiempo las instrucciones recibidas. Y entonces la tristeza que la inundó. Y toda ella no era más que tristeza. Supo que su maestro estaba luchando un combate a muerte por ella. Supo cuánto le amaba y, por saberlo, un dique se rompió en su alma y lloró una tempestad de lágrimas. A través del cristal de una de ellas le vió agazapado, alerta como un tigre en la oscuridad de la selva. Se quedó tan quieta como él. Y de pronto sus muertos aparecieron, uno a uno, con cara de muertos y olor de muertos. Lo vió como se ven los árboles o las montañas. Quiso huir pero su maestro la detuvo con el gesto de una mano mientras con la otra les daba a ellos la bienvenida. Les sentó a su lado. Les hizo hablar. Y el sonido de sus voces y sus relatos se fue colando despacio en el corazón de la monja haciéndose un hueco cómodo. Les supo tan tristes como ella misma, con el mismo miedo, las mismas ansias de pertenencia. Ella les preguntó cuándo y cómo y por qué. Ellos contestaron y escuchó historias viejas como el mundo. Desamores y desencuentros. Pobreza. Rabia. Traición. Tanto como hablaban, tanto se deshacían en jirones de niebla hasta que solo quedó el mero rastro de una huella.

La barrita de incienso terminó de quemarse despacio en un cuenco lleno de las cenizas de otras ocasiones, la pequeña punta incandescente se transformaba a la vista de cualquiera en un hilo de humo que avanzaba por el aire siguiendo caminos invisibles, esquivando o aprovechando corrientes de aire, meciéndose levemente sobre la luz tenue que entraba por la ventana orientada al Este. El maestro extendió un dedo hacia el aroma del incienso hecho niebla. Lo acompañó un trecho tan delicadamente que no hubo cambios. Al poco lo tocó. El humillo se estremeció y cambió de forma. No se escuchó ni una queja, ni un sonido. Se reagrupó y continuó avanzando. Al fin el incienso gris se desvanecía en nada, a la vista de cualquiera. Ni rastro de lo sucedido excepto un olor que los dos olieron y en los dos se quedó formando parte de sus recuerdos por los siglos de los siglos


viernes, 9 de octubre de 2015

Quiénes somos


Estos son los sobres que guardan los tesoros de nuestras vidas

siete músicos que desglosando son:
dos trompetistas,
dos trombonistas,
un chelo,
un(a)viola y
un contrabajista.
Una actriz,
un artesano,
dos psicólogas,
dos acupuntores,
dos médicos y
dos farmacéuticas,
una nutricionista,
cinco montañeros: dos en activísimo, uno en activo y dos recordando cordadas,
un filósofo que entiende a Heidegger,
un argentino que no es psicólogo
un profesor de educación física pero es mentira, es profesor de todo lo que puede y además cobra las cuotas como nadie las ha cobrado nunca en este dojo. Y lo hace bien.
una fotógrafa de las de en serio, que expone, que tiene firma y que firma autógrafos
un miembro de la masonería,
un ex-cura y dos ex-curas si se hubieran descuidado, que no, que no lo hicieron y terminaron en laicos y tan contentos
varios ex-monaguillos y
un buceador,
un especialista en marketing en una marca no muy conocida sino la más conocida del mundo en todo el mundo entero,
un kiosquero del que sé poco tirando a nada porque está en otro turno...

… en total 31 o más

Antiguamente por aquí anduvo un electricista,
una peluquera: la que más y mejor se equivocaba al cantar el hannya a quien debo mucho más que una carcajada porque cada vez que se equivocaba nos miraba de reojo y malhumor porque nosotros habíamos metido la pata,
una física que no sé en qué estaba especializada pero me da lo mismo porque la voy a adjudicar astrofísica o física de los materiales que es lo que más me gusta,
un escultor que además era rico riquísimo y de una de las buenas familias de la ciudad,
un informático...... de éste no voy a decir nada más porque nació el mismo día que yo y, claro, eso une mucho y resta objetividad ;)
otra farmacéutica pero de las de carrera no, de las otras y que sabe hacer cosas que no ejerce, 
un funcionario de hacienda polifacético, polisémico, hiperactivo e hiperproductivo
y otra de deportes de quien tampoco diré mucho más porque la gusta un poco, solamente un poco, el anonimato
y otro de la confederación hidrográfica del duero que se confeccionó un zafu relleno de gomas elásticas muy cómodo, aseguraba... ninguno de nosotros le creyó.
Un poeta especializado en Pessoa (grande, grande, grande),
Un filósofo especializado en Pessoa (grande, grande, grande),
La co-propietaria por vía filial de la empresa de tripas más grande de CyL, las que se usan para el embutido y que nos dejó temporalmente porque se enamoró en un santiamén de uno que se llamaba igual que ella y se querían tanto que los niños llegaron pronto y como es lógico y natural dejó de tener tiempo hasta para lo de respirar (cuánto la comprendo!),
una diva de la ópera, soprano para más señas. Soprano, insisto porque era y es soprano sobre todo y por encima de todas las cosas y como cualquier diva que se precie es: diva, diva y diva; la mejor diva que he conocido (vale que no he conocido muchas),
una pianista que conduce lo mejor que sabe y puede una academia de música de lo más exitosa. Más dura por fuera que por dentro y con quien compartí muchos de los acerados y acertados juicios en los que coincidíamos. Ella no es lo que se podría decir buena pero, y hablando de esto, ahora mismo en el dojo somos tres al menos que buenos, buenos, lo que se dice buenos........... no somos :))
una tarotista profesional.........


pero hay más, porque cada uno de los que he desgranado son mucho más que uno y mucho más que dos y porque hay muchos otros que por aquí transitaron y no se quedaron. Como no quedaremos ninguno de nosotros y porque en el fondo lo de menos es quiénes seamos o cuándo nos sentemos sin origen ni destino, que ya lo sé. Pero, en serio, qué bonitas son las historias humanas ¿no?. En fin. ¿Y en tu dojo? 

martes, 29 de septiembre de 2015

Ridiculum vitae



Un Ridículum Vítae es el detalle pormenorizado de mis fracasos existenciales y profesionales.
Lo que sigue no es de mi propia cosecha aunque lo suscribo de la cruz al punto y me ha dado la feliz idea de escribir mi propio ridiculum vitae y hacerlo en voz más o menos alta porque me cansa y aburre, infinito, escuchar (o comunicar yo misma) tantos éxitos sin fracasos que también son míos, muy míos. Y los tengo cariño porque con ellos he descubierto que hay que tener mucho de lo que hay que tener para sentirse bien dentro de la propia piel después de fracasar con tanto estrépito como sé hacerlo incluso aunque me proponga lo contrario

De momento os dejo los Consejos para redactar un buen RV
Estructura tu RV por importancia de los fracasos.  Un buen RV incluiría un detalle sincero de los principales errores  o fracasos profesionales. Busca tu fracaso más sonoro, ponlo en lo alto de la lista. Después en orden decreciente.
Has de provocar el máximo impacto en el reclutador. Tu objetivo es que en dos o tres líneas hayas provocado el pasmo y estés despedido sin ni siquiera haber sido entrevistado. Así, a bote pronto, recuerdo un trabajo en el que duré poco tiempo: a la hora renuncié sin despedirme y salí por la puerta buscando praderas profesionales más verdes. Supongo que elegí mal el trabajo o no fui persistente. También podría traer a colación varios proyectos que fueron sonoros fracasos en los que quizá pequé de ambición o bisoñez.
 Adicionalmente, podría  relatar la vez en que dos guardias de seguridad tuvieron que acompañarme a la salida de mi ex – empresa cuando acababa de ser despedido por no cumplir ciertas reglas. No necesitan ser fracasos muy grandes o que produjeran mucho daño; es más importante que sean ilustrativos de tu actitud y  orientación vital.
Alternativamente, puedes diseñar un RV cronológico  en el que detalles tus fallos y fracasos desde la primera vez que entraste en una organización formal hasta la actualidad; podrías empezar con la escuela de pre-escolar, por ejemplo. Uno de mis errores: una vez robé un paquete de chocolatinas a otro niño; lo guardé debajo de la camisa pero la profesora no nos dejó salir del aula hasta que se descubriera al autor del robo o en su defecto se encontraran las chocolatinas. Llegada la hora de salir las madres esperaban fuera y los niños eramos registrados uno por uno. Al final fui descubierto y se devolvió el paquete de chocolatinas a su legítimo dueño. Este hecho en apariencia insignificante, o alguno parecido, puede mostrar algo de tu carácter y de cómo se fue forjando desde la más tierna infancia.
Personaliza tu Ridículum. Los fracasos, errores, fallos, etc. dicen más de ti que tus éxitos, que tenderán a ser convencionales, previsibles y del montón: seguramente que haya muchos como tú con mejores credenciales académicas, con más proyectos exitosos o resultados en su haber, con más idiomas que tú, con mejores cualidades personales, con más orientación a resultados. Pero seguramente pocos puedan igualar la particularidad de tus fracasos. Explota tus fracasos, sé conciso, ve al grano, no los expliques en demasía como buscando causas ajenas, asume la autoría de ellos  con gallardía.
No dudes en incluir los fracasos existenciales o errores personales más rotundos. El trabajo y el ocio están relacionados, son vasos comunicantes, el aspecto profesional contamina el aspecto personal y viceversa. Saca partido a  tus derrotas.
Prueba siempre que puedas tus episodios más bochornosos. Aporta documentos de las cartas de despido procedente, si las hubiera. Proporciona el vínculo a tu página de facebook y asegúrate de incluir las fotografías del último fin de semana en ese bar de copas; evita la tentación de retirar las fotos más comprometidas.  Aporta referencias de gente que conozca el detalle de tus fracasos o que pueda hablar  de ti. Ya sabes, que hablen de uno, aunque sea bien.
Si tienes un blog ombliguista, donde te desahogas emocionalmente, proporciona también el enlace. Tu futuro empleador (¿?) tiene derecho a conocer el tipo de fracturas emocionales que escondes y que a primera vista no se detectarían en una entrevista de trabajo.
En el RV es muy importante detallar las lecciones aprendidas de todos esos ridículos vitales anteriores. Los fracasos son cicatrices que hay que llevar con un cierto orgullo. Toda cicatriz tiene una historia que contar y que forma parte de tu biografía. En el RV esbozas la cicatriz pero sin extenderte demasiado: en la entrevista (que dudo que llege a celebrarse) tendrás posibilidad de ampliarla y explicarla.
Preguntas que te puedes hacer para extraer lecciones de los ridículos: ¿qué me enseño ese golpe?, ¿qué dice esa cicatriz de mí,?, ¿cómo conseguiré cicatrices distintas en el futuro?, ¿cuál es el hilo conductor de mis cicatrices?, ¿cómo he ido aprendiendo a fracasar mejor?, ¿cómo me levanto con más gracia? Analiza bien tus experiencias (perdón, fracasos) y obtén toda la información que puedas. Esto te servirá para tu aprendizaje tanto como para publicitar el tipo de persona que eres.
Mantén actualizado tu Ridículum Vítae. Si vas en el buen camino, no dejarás de escribir nuevas líneas periódicamente. Un empleador necesita saber qué clase de derrotas has sufrido últimamente. El
mayor peligro es que dejes de cometer errores y te duermas en los laureles. Si hay lapsos o lagunas temporales en tu RV en las que no has sufrido contrariedades, frustraciones o fracasos, tu futuro empleador querrá saber por qué. No se lo pongas fácil, intenta excavar en tu memoria y explorar fracasos en esos tiempos sin aparentes equivocaciones: seguramente existen, pero los has olvidado. El error de los errores es cometer una equivocación y volverte conservador por ello: vuelve a fracasar. Rápido. Ya. ¿Qué haces que no estás fracasando ahora?
Todo éxito incluye muchos errores.  Aprovecha tus pretendidos éxitos para encontrar nuevos ridículos. Seguro que los encuentras. ¿Por qué pudo haber sido mejor y no lo fue? ¿Por qué ese trabajo del que me sentía tan orgulloso no fue espectacular? ¿Por qué mi último proyecto no dejó una muesca en el universo?
Como puedes haber deducido, se necesita estar hecho de una pasta especial para ser capaz de enviar tu RV a un empleador y ser sincero y objetivo sobre tus experiencias profesionales o vitales. Pero un primer paso es que crees ese RV para consumo personal, que  escribas un nuevo relato objetivo distinto a la historia oficial, y que te des cuenta de que esos fracasos son los que te vuelven interesante y dan color a tu vida. Con el tiempo aprenderás a fracasar con eficacia y levantarte con gracia.
Si a pesar de las bondades del RV, estás todavía reacio a enviarlo y  tienes miedo a no ser contratado, no te preocupes demasiado: siempre es posible que hagas el ridículo por ti mismo; en solitario o en compañía de otros tan ridículos como tú. -
Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor.
—Samuel Becket.
Que no me acuerdo de dónde encontré la mitad importante de esta entrada pero que es fácil que sea de homominimus. Agradezco y recomiendo

viernes, 14 de agosto de 2015

Hablando de Wittgenstein......

..... y porque Roberto lo menciona en un comentario en el  post anterior sobre Epicteto......



Aunque todas las posibles 

preguntas de la ciencia recibiesen

respuesta, ni siquiera rozarían los 

verdaderos problemas de la vida.


lunes, 29 de junio de 2015

Manual de Vida de Epicteto

 

Porque el estoicismo -y Epicteto era estoico- no se diferencia mucho del zen. Más bien nada. Y es como si dijéramos "de perogrullo" pero, a la vez, nos recuerda cosas que olvidamos recordar.

Pincha en el enlace y podrás verlo y guardarlo como pdf
Aquí

o como un documento de Word
Aquí

martes, 16 de junio de 2015

Menú Zen: Sesshin Rohatsu, 5-8 de diciembre 2014.

que sé yo que ni es diciembre ni cosa que se le parezca, que 2014 pasó y que falta mucho para rohatsu; que tampoco éste es un blog de cocina y lo que tú quieras....... de todos modos y por si te toca de tenzo en algún momento o para cualquier día.........
(gracias, o en argot zazenero: gasshô a la sangha de Barbara Kosen que lo facilitó en fb)

Os ofrecemos el menú y las recetas de estos días fríos de diciembre, seleccionadas por su valor nutritivo y energético, por ser alimentos de temporada, por permitir una buena digestión y por ser compatibles con la práctica de zazen (es decir que se tienen que preparar en muy poco tiempo).


VIERNES 5 de diciembre
Cena:
Sopi-crema de champiñones con fideos,
Panaché de verduras,
Compota de manzana,
Infusión de azahar.

SÁBADO 6 de diciembre
Desayuno: Guenmai.
Comida:
Ensalada de espinacas,  lechuga, cebolleta, nuez y manzanas.
Garbanzos con calabaza.
Mandarinas,
Infusión hinojo/manzanilla.

Cena:
Crema de calabacín,
Alcachofas y patatas a la perolica,
Queso fresco de cabra con membrillo.
Infusión de regaliz.

DOMINGO 7
Desayuno: Guenmai.
Comida:
Ensalada de escarola con naranja, granada y cebolleta.
Lentejas estofadas.
Queso de cabra semicurado con crema de manzana.
Infusión de anís estrellado y melissa
Cena:
Crema de calabaza,
Quinoa tricolor (berenjena, pim. rojo, calabacín)
Naranja con miel
infusión jengibre y regaliz.

LUNES 8
Desayuno: Guenmai.
Comida final:
Aperitivos: papas/queso/fuet, dips de mayonesa con atún y mayonesa con berberechos.
Lombarda con manzanas y anacardos.
Curry de pollo con arroz basmati,
Macedonia de frutas (mandarina, plátano, piña, manzana, y pera)
Té moruno.

RECETAS de INVIERNO (Sesshin 5 al 8 de diciembre, 2014)

Sopicrema de champiñones con fideos
Ingredientes para4 personas 
  • 500 gramos de champiñones
  • 1 cebolla
  • 2 ajos
  • Litro y medio de caldo de verduras casero
  • Perejil
  • Sal
  • Pimienta
1.- Comenzamos pochando los ajos y la cebolla cortadasfinamente.
2.- Una vez pochado agregamos los champiñones cortados endados. Pochamos 10 minutos a fuego lento. Salpimentamos.
3.- Agregamos el caldo de verduras y un poco de perejil.Dejamos cocer a fuego lento durante 20 minutos.
4.- Para que coja color y consistencia la sopa cogemos un par de cucharadas de champiñones y de caldo, las pasamos por la batidora.Agregamos la pequeña crema resultante a la sopa y cogerá un color grisáceo muy característico.
5. Finalmente ponemos los fideos.

Panaché de Verduras
Este panaché está hecho con las verduras que nos han servido para hacer el caldo de verduras. Además (para que haya suficiente cantidad), le pondremos 2 kgs de judías verdes. Luego en aceite se doran unos ajos,  de pimentón y rehogamos todas las verduras.

Caldo de verduras
Ingredientes para 4 litros
  • 3 puerros
  • 2 tomates
  • 2 patatas pequeñas
  • 2 nabos
  • 1 ramillete de apio
  • 1 pimiento rojo
  • 1 cebolleta grande
  • Medio repollo
  • 4 zanahorias
  • Pimienta negra
  • 2 hojas de laurel
  • Perejil
  • 5 litros de agua
  • Sal
      Aparte: 2 kgs de judías verdes  y 2 kgs de patatas

Compota de manzanacon canela, jengibre y cáscara de limón.
Para 4 personas
- 3 Manzanas (20 manzanas)
- 150 grs. Azúcar ( 700 grs.)
- 300 ml agua
- ramita de canela
- Jengibre.
- Cáscara de limón

- Se pone a hervir agua con azúcar a fuego medio, unos minutos cociendo para crear un almíbar ligero, luego se echan las manzanas y los demás ingredientes y se cuecen por 30 minutos. Se quitan después los tropezones de aderezo

Garbanzos con calabaza
(para 2 personas) calcular proporcionalmente para 35 personas (2 kg de garbanzos)
2 puñados de garbanzos puestos previamente a remojar en agua con sal – 300g de calabaza – 1 cebolla – 1 diente de ajo – 5 cucharadas de salsa de tomate – 3 cucharadas de aceite de oliva – 1 hoja de laurel – agua o caldo de pollo - 1 cucharadita de pimentón – sal

Ponemos en la olla el aceite y sofreímos la cebolla, el ajo y la hoja de laurel durante 5 minutos.
Pasado este tiempo, añadimos los garbanzos lavados y escurridos y los rehogamos un poco.
Agregamos la salsa de tomate y el pimentón y lo cubrimos con agua o caldo caliente.
Cerramos la olla y dejamos que cueza durante unos 28-30 minutos.

Pasado este tiempo, abrimos la olla e incorporamos la calabaza. Cerramos y cocemos otros 3 minutos más.
Sazonamos con sal y servimos calentito.

CÓMO COCER LOS GARBANZOS
1. Ponerlos la víspera en agua tibia.Deberán estar en remojo durante al menos 12 horas y el agua no debe estar caliente o se endurecerán por fuera.
2.Podéis cocerlos en la misma agua del remojo, pero no incorporéis el garbanzo a la cazuela hasta que haya roto a hervir.Y añadir una pizca de bicarbonato.
4.Refrescar la legumbre de vez en cuando con un poco de agua y mantener la cocción a una temperatura suave y constante hasta que los garbanzos queden tiernos,  pero nunca deshechos o rotos.
5.El tiempo de cocción variará mucho dependiendo del tipo de agua y la temporada de recogida del garbanzo (ya sabéis, legumbre vieja o joven). No obstante, la media ronda las 2 horas en puchero tradicional y entre 18 y 30 minutos en olla a presión.

Crema de calabacín
Ingredientes
·      2 Calabacines
·      1 Patata grande
·      1 Cebolla
·      Leche de soja (opcional)
·      Aceite de oliva
·      Nuez Moscada
·      Sal y pimienta
Pela, lava y corta la patata, la cebolla y los calabacines (puedes dejarlos sin pelar) en trozos grandes.
Sofríelo todo ligeramente en un poco de aceite. Añade las especias al gusto y agua, sin cubrir del todo, y pon a fuego fuerte hasta que rompa a hervir. Tapa y deja unos minutos a fuego medio, hasta que esté todo blando.
Bate, echando un chorrito de leche vegetal (o un trocito de tofu). Esto le dará una textura más cremosa, y te ayudará a corregir si ha salido demasiado espeso.

Alcachofas a la perolica
Ingredientes (2 comensales) Cocinamos 10 kgs de alcachofas quitándole las hojas y quedando el corazón partido en 4.
  • 8-10 alcachofas
  • 3 cucharadas de aceite de oliva
  • 1 sobre de piñones ( 80 gr.) (en vez de piñones, anacardos)
  • 3 dientes de ajo
  • 3-4 ramitas de perejil
  • Toques de pimienta negra a tu gusto
  • 1 limón
  • sal
  1. Pelar las alcachofas, las limpiar y las cortar en cuatro # los dientes de ajo y cortarlos a trozos medianos (un diente de ajo en cuatro trozos), el perejil lo picas sin demasiado esmero, es decir, no lo más pequeño que puedas
  2. Un bol con agua y el zumo de un limón, lavas las alcachofas para que no se te ennegrezcan.
  3. Cacerola (ancha y más bien onda) con agua ( pon una cantidad de agua, que te cubra las alcachofas y algo más) y las cucharadas de aceite de oliva, viertes a la vez, las alcachofas, los ajos, el perejil y los piñones, así como el/los toques de pimienta negra (no te pases, una comida con demasiada pimienta te puede estropear, el buen gusto de esa receta), todo ello en c-r-u-d-o-. Sazonar con algo de sal.
  4. Lo dejas cocer, más bien a fuego medio-alto, durante unos 25-30 minutos, que debe coincidir con la evaporación de todo el caldo.
  5. Para ver si están en su punto, las pinchas con un tenedor y si están blanditas es el momento, las sacas y a servir.

Patatas guisadas:
  • Lo vamos a hacer con patatas: Una vez tengamos listos los ingredientes de estas patatas cocidas guisadas, lo que hacemos es poner una cazuela al fuego con un chorro de aceite. Cuando esté caliente, incorporamos la cebolla y el pimiento, y lo sofreímos hasta que empiecen a reblandecer. En ese momento, echamos la hoja de laurel, volcamos las patatas, las rehogamos un poquito, echamos un chorro de vino, damos un hervor, y las cubrimos con agua. Ahora, agregamos la pastilla de caldo desmenuzada, y lo dejamos cocer durante unos 20 minutos, o hasta que las patatas estén tiernas. Luego las ponemos al lado de las alcachofas.

Crema de calabaza
- Cebolla.
- Calabaza.

Se rehoga la cebolla, luego se echa la calabaza, abundante, creo que le puse 6 calabazas alargaditas como 6 o 7 kgs, agua abundante cociendo durante 15 mins. aproximadamente. Queda muy cremosa, se puede añadir agua.

Quinoa tricolor (berenjena, pimiento y calabacín)
·     3 cebollas
·     4 dientes de ajo
·     1 berenjena grande
·     1 pimiento rojo grande
·     1 calabacín grande
.     Quinoa (1kg y medio)

Lavar y escurrir la quinoa.Rehogar cebolla y al final echarle el ajo, rehogo y se echan todas las verduras, rehogo, finalmente se echa la quinoa y 3 medidas de agua o caldo por cada medida de quinoa. Dejarla cocer hasta que el grano se hinche y aparezca la puntita blanca.

Lombarda con manzanas
Ingredientes principales.
1 kg de lombarda (2 kgs o más)
3 manzanas reineta (6 reinetas)
100 g de piñones (200 grs.anacardos)
150 g de bacon (300 grs bacon)
2 dl de vino blanco
1 cebolla
3 dientes de ajo
Aceite de oliva
Pimienta negra
Sal

Para preparar la receta de Lombarda con manzanas

- Lavar la lombarda y picarla en trozos. Pelar las manzanas y trocearlas.
- Poner la lombarda a hervir en agua con sal y pimienta. Añadir la manzana y hervir durante 2 horas.
- En una sartén, poner a rehogar con un poco de aceite, la cebolla picada, el ajo picado y los piñones.
- Cuando la cebolla esté casi dorada, agregar el beicon en tiras y rehogar.Agregar vino blanco y dejar que reduzca.
- Servir la lombarda con la manzana y el sofrito de bacon y piñones.

Curry de pollo con arroz basmati
Ingredientes:
·     Muslos y contramuslos troceados en daditos.
·     Cebollas.
·     Guindillas o chile verde.
·     Cominos en grano.
·     Cúrcuma
·     Jengibre.
·     Ajo
·     Leche de coco

Rehogamos la cebolla, luego le echamos el pollo en cuadraditos y removemos hasta que esté dorado después, la guindilla junto a los cominos, rehogamos, después la cúrcuma, damos vueltas, finalmente el jengibre junto al ajo, rehogamos y después le echamos la leche de coco y dejamos que durante unos 10 o 15´se mezcle todo bien. Rectificamos sal. Ojo con la guindilla, poquita que si no sale muy picante.


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